Estados Unidos fue el destino para Álex García, que se fue allí para estudiar en la universidad y jugar al tenis y que ha hecho su vida en las finanzas, dentro del campo del análisis y valoración de activos financieros, lo que lleva haciendo desde hace tres años en una empresa en Charlotte.
Antes de dar el salto al charco jugaba al tenis en Ávila y así estuvo desde los cinco hasta los 18 años, cuando decidió ir a Estados Unidos y seguir jugando en una universidad americana, lo que pudo mantener durante los cuatro años de estudios de Finanzas, a los que siguió un master. La Universidad de Carolina del Norte fue su destino y en ella tuvo unos principios «bastante complicados porque llegué aquí sin mucha idea de inglés» y no se enteraba mucho en las clases, le costaba conocer gente y relacionarse era complicado. El idioma era «una barrera importante» pero también es verdad que el tenis le «ayudó bastante» porque tenía a sus «compañeros» de equipo todo el día. Según pasaron los años se fue sintiendo «más a gusto, con más confianza con el idioma» y aunque la comida, la cultura y la gente es diferente «te vas haciendo poco a poco». En agosto hará nueve años que está en Estados Unidos y para él es «como si estuviera en España», país con el sigue manteniendo su relación. Antes, cuando estaba en la universidad, con todo el verano libre, podía pasar aquí todo ese tiempo y la Navidad, pero ahora «que estoy trabajando es más complicado» pero intenta venir «una o dos semanas en Navidad y dos o tres en verano».
Por eso echa de menos su familia y amigos pero intenta hablar con ellos «todo lo que puedo», prácticamente todos los días en el caso de su familia por teléfono o mensaje. También la comida, reconoce, es un cambio importante porque «como se come en España, no se come en ningún sitio».
Pero, en realidad, reconoce que en Estados Unidos lleva su vida normal como lo podía hacer en España y es cierto que en su mente está la idea de volver algún día a España. Una idea, cierto, pero también dice que allí se encuentra bien y además ya vive con su pareja por lo que «a corto y medio plazo me veo aquí, pero siempre tengo la espinita de volver algún día a España».
Ahora el tenis se ha quedado más que nada como una afición porque recuerda que en los tiempos de la universidad era «como un trabajo», con entre cuatro y cinco horas al día de entrenamiento, más el tiempo del gimnasio, lo que al final suponía dedicarle unas siete horas diarias.
«Al acabar la universidad acabé un poco quemado», asegura, por lo que necesitaba un tiempo «fuera del tenis». Pero ahora sigue jugando, con alguna liga que hay en verano por Charlotte, y luego va a jugar con algunos chicos que van a ir a la universidad a jugar y está con ellos un día o dos a la semana. Así que al final el tenis sigue presente en su vida aunque ésta se haya encaminado por otro camino.