Una noche entre fuego, humo y algo de lluvia

B.M
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San Bartolomé de Pinares celebró un año más sus Luminarias, una tradición en torno a la purificación y donde los caballos son protagonistas

Una noche entre fuego, humo y algo de lluvia - Foto: David Castro

En la noche previa a San Antón las miradas de la provincia de Ávila se desplazan a San Bartolomé de Pinares, una pequeña localidad que en ese momento se llena da vida a través de la tradición de las Luminarias, la purificación del humo y el arraigo de los caballos.

Este año la fiesta volvió a las calles de la localidad, a vecinos que se reencuentran, al calor de las hogueras y también al del trago del vino para combatir el frío, aunque en esta ocasión no fuera mucho. Sin embargo, el aire y a última hora la lluvia sí que hicieron acto de presencia y esto, como explica la alcaldesa, María Jesús Martín, que hizo que quizá hubiera algo menos de gente por esa previsión de lluvia y que «el tiempo influye mucho al ser una fiesta que se vive en la calle».

Los preparativos de la celebración se vivieron desde el pasado fin de semana con la recogida de ramos situados en montones cerca de las hogueras. Y en las calles, las cintas de seguridad para que la gente no pasara a las calles, lo que no se termina de conseguir, y los diferentes equipos de Protección Civil, Cruz Roja o cuerpos policiales controlando la situación. Con ello se logró que se viviera todo «muy tranquilo, no hubo ningún incidente», dice la alcaldesa.

Una noche entre fuego, humo y algo de lluviaUna noche entre fuego, humo y algo de lluvia - Foto: David CastroTodo ello solo es la base de lo que verdaderamente es la fiesta, ese momento de pasar los caballos por las hogueras para purificarse con el humo. Ahí es donde se fijan todas las miradas y, sobre todo, todos los objetivos porque es una de las fiestas que más cámaras atrae. Y no solo de Ávila.

Fue en torno a las 22,00 horas cuando comenzó ese salto por las hogueras pero la fiesta se vivía desde mucho antes. Primero con el encendido de las hogueras, que ya daban el ambiente en la localidad y que hacía que quienes se aproximaran al pueblo vieran el humo desde la lejanía. Con la gente en la calle, riendo y disfrutando, la aglomeración se producía cerca de la casa del sacerdote donde todos estaban citados a las 21,00 horas. 

Allí se reunieron unos 120 caballos, los participantes, dirigidos por la vara que llevaba el mayordomo, Pedro Martín, que es quien tuvo el honor en esta ocasión. Lo primero es un paseo con los caballos por el pueblo, con tranquilidad, más corto que el resto pero como signo de lo que debería suceder a continuación. Después, de nuevo junto a la casa del sacerdote, donde se pudo escuchar la bendición de los animales, pidiendo la intercesión de San Antón y con los primeros vivas al santo, al mayordomo, al acompañamiento e incluso al mismo religioso. No faltó tampoco el reparto de vino y pastas.

Una noche entre fuego, humo y algo de lluviaUna noche entre fuego, humo y algo de lluvia - Foto: David CastroA partir de ahí, la música de la gaitilla fue guiando un recorrido que todavía tardaría en comenzar y que se esperaba con mucha expectación entre los asistentes. «Esto purifica el alma», se oía decir a una mujer que esperaba la llegada de los caballos, y es que precisamente esta fiesta se basa en la idea del humo purificador, ese humo que se acerca a los caballos a través de las hogueras.

 Poco a poco la noche se fue haciendo más trepidante y los jinetes empezaron su recorrido, primero pasando junto a las hogueras pero según iban pasando las vueltas animándose a acercarse cada vez más al fuego, atravesándolas en algunos casos y dejando imágenes más espectaculares, algunos de ellos soltando las riendas y llevándose las miradas de los presentes.

Entre los jinetes, mujeres, hombres e incluso algún niño acompañado que iban haciendo el recorrido y a última hora, ya cuando la lluvia iba haciendo acto de presencia, aminorando el paso y dando un respiro a los animales, que con anterioridad habían sido preparados para ser parte de esta fiesta.

Ellos tienen su protagonismo. También los jinetes. Pero quizá sea menos apreciada la labor de los encargados de las hogueras, quemando los ramos para que los fuegos no se apaguen.

Lo cierto es que este año el humo ha estado muy presente, incluso más que el fuego, por el viento que provocaba oleadas en torno a las hogueras. Y en ellas se pudo ver la presencia del mayordomo, Pedro Martín,  que vivió una experiencia que es «para repetir», explica y a la que llegó porque «tenía muchas ganas» y llevaba «muchos años queriendo ser mayordomo». El resultado fue, dice, «más impresionante de lo que pensaba» y le deja sensaciones «difíciles de explicar», a pesar de que ya había llevado la vara por el ayuntamiento de forma voluntaria en dos ocasiones anteriores.

Después de la parte principal de la fiesta, ya con las hogueras en rescoldos, llegaba el momento de aprovechar para aprovecharlas como parrilla y hacer una cena tardía que se alarga en la noche.