Editorial

Pecados de omisión política en contra de la economía abulense

Diario de Ávila
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Las posibilidades de desarrollo que acaban por irse a otro lado porque aquí no tienen cabida no volverán a mirar a esta provincia

Son muchos, podría decirse incluso que demasiados, los años continuados que la provincia de Ávila viene sufriendo olvidos, agravios comparativos y no comparativos y desprecios en materia económica y social por parte de las administraciones públicas, tanto de la Junta de Castilla y León como del Gobierno Central, un mirar para lo bueno hacia otro lado que al final es lo mismo que decir abandono para nosotros en apuesta de futuro.

Mientras que a otras provincias se les ha cuidado más y mejor dotándolas de industrias, inversiones en educación, en servicios como el tren de alta velocidad o en buenas conexiones por carretera, y alguna otra cosa más –quizás porque sus representantes políticos han sabido ser tan reivindicativos y eficientes en sus demandas como deben, algo que aquí ni se ha practicado mucho ni se ha dado muy bien cuando se ha intentado–, a Ávila se la ha obligado a mantenerse con poco más que limosnas al tiempo que se la condenaba a sobrevivir sólo con lo justo que tenía, sin apostar por nada nuevo: a tener solamente un tren convencional al que le han robado servicios y le han condenado a velocidades del siglo XIX, a soportar una autopista eterna y muy dañina para la economía abulense o a esperar sine die el Museo del Prado que iba a ofrecer su primera exposición a finales del pasado siglo, entre otras cortapisas para el desarrollo.

Y ahora que Ávila podía explotar bien la producción de energías renovables muy adecuadas para instalarse en esta provincia, como son la solar y la eólica, esas apuestas no contaminantes que en teoría se están apoyando en todo el mundo no pueden desarrollarse en este castigado territorio castellano porque, volviendo a las insuficiencias que nos definen, carecemos de las conducciones eléctricas necesarias para llevar esa energía a la red de distribución nacional. O sea, otra oportunidad menos de desarrollo, de fijar población.

Hablamos, por desgracia, de otro grave pecado de omisión contra la economía abulense, uno más que se suma a una larga lista, y frente a la que habría que contar con una unánime decisión por parte de la sociedad, encabezada por sus políticos, para frenar tanta merma, porque el problema no es sólo que nos estén negando oportunidades de progreso, de mantenimiento de la población abulense, sino también el de que las posibilidades que acaban por irse a otro lado porque aquí no tienen cabida no volverán a mirar a esta provincia porque ya estarán asentadas en otro sitio.

Mucho se habla, habitualmente con más afán de bien quedar que de resolver de veras, de la condena que significa para esta provincia, igual que para otras, el despoblamiento rural, pero sigue haciéndose muy poco al respecto. ¿Durará mucho ese inacabable pecado de omisión?