La celebración de la Semana sin Alcohol que organiza el Grupo de Enfermos Alcohólicos Rehabilitados de Ávila (Geara) vuelve a centrar la mirada en una problemática social que, lejos de atemperarse, en los últimos años se está acrecentando y cada vez con más jóvenes afectados.
En estos momentos son 145 las personas a las que Geara ayuda a salir del alcoholismo, «un 45% más que hace un año», y a esas personas hay que sumar aquellas que siguen acudiendo a esas terapias que se mantienen durante tres años.
Estas cifras ponen sobre la mesa una doble situación. Por un lado, la normalización del consumo del alcohol ha acabado degenerando en un grave problema social, al que hay que poner freno desde edades tempranas. No es vano, se está situando la edad media a la que los niños y niñas se inician en el alcohol en los 14 años, pero cada vez son más frecuentes episodios relacionados con menores que tienen 11, 12 ó 13 años que ya están consumiendo, incluso de manera asidua.
Por otro lado, ese incremento de personas que buscan ayuda para hacer frente a esa difícil situación demuestra que esa sensibilidad para buscar medios para hacer frente a esos graves problemas en el entorno más cercano en los que acaba degenerando el alcoholismo cada vez es mayor, y se busca profesionales que ayuden a superarlo.
Pero ese camino hay que empezar a construirlo desde antes, y hay que profundizar en la prevención, y es fundamental que esa formación y esa educación arranque desde muy temprano. Primero, y esencial, en el ámbito familiar, para que los menores no acaben normalizando el consumo del alcohol. Y en segundo término, y no menos importante, en los centros educativos, haciendo terapias grupales para que esos menores entiendan que el alcohol no es una vía para disfrutar del ocio. En esa tarea los planes de prevención de drogas y alcohol que se llevan a cabo desde las instituciones deben mostrar una mayor efectividad, y reforzar sus acciones para que esos mensajes sean percibidos con nitidez por los jóvenes. Porque el problema con el alcoholismo se empieza a abordar desde esas edades.
A su vez, también es esencial que fortalezca el trabajo con esos jóvenes que tienen entre 18 y 36 años, como está haciendo Geara, donde esos problemas con el alcohol comienzan a hacer visibles y en muchos casos ya son difíciles de controlar. Y ahí la ayuda social si cabe es más necesaria en un momento donde esas personas empiezan a independizarse y las familias necesitan un apoyo externo para encauzar sus vidas.
Estamos ante una lacra social contra la que hay que tomar una mayor concienciación porque sus niveles de crecimiento resultan muy preocupantes.