De poco le sirvió este miécoles a Eva retrasar su viaje hacia Madrid porque, al final, le acabó ocurriendo justo lo que quería evitar. «Salí más tarde, sobre las diez de la mañana, para dar tiempo a que limpiaran la nieve de la carretera, pero ni siquiera me dejaron coger la AP-51 porque la Guardia Civil me obligó a desviarme hacia la carretera (N-110), por la que llegué hasta Villacastín pero, una vez allí, me encontré con la AP-6 cerrada al tráfico, así que me tocó darme la vuelta y regresar a Ávila», explicaba poco después a este diario.
Ella es una de las muchas abulenses que recorre a diario por carretera el trayecto entre la capital abulense y Madrid por razones de trabajo y una de las numerosas ciudadanas afectadas este miércoles por los efectos de la nieve sobre el tráfico, que mantuvo bloqueada la comunicación de Ávila con la capital de España por autopista durante alrededor de dos horas, precisamente desde el peaje al que a Eva no le permitieron acceder, donde el tráfico quedó reabierto sobre las doce de la mañana.
Ella no pudo llegar a su puesto de trabajo en Madrid, otros muchos abulenses sí lo consiguieron, aunque con retrasos de más de dos horas y después de haber sufrido auténticas odiseas sobre el asfalto nevado, cada cuál la suya, aunque los testimonios recogidos destilan sensaciones similares: caos, miedo, precaución e indignación porque ninguno esperaba encontrarse con tantos problemas en la autopista precisamente por tratarse de una vía de pago. A Pedro, que habitualmente va en tren a la capital de España, le tocaba hacer el viaje por carretera y asegura que «lo peor del trayecto fue el acceso hasta el peaje de San Rafael». No en vano, asegura que tardó «45 minutos en recorrer los dos últimos kilómetros hasta llegar a las cabinas de pago». Según detalla, la razón del monumental atasco en el que se vio retenido fue que en el asfalto del mismo peaje «no habían limpiado la nieve y debajo había mucho hielo, así que cuando los coches paraban para pagar las ruedas patinaban y les costaba mucho salir de allí», lo que fue ralentizando la circulación y acumulando vehículos en una retención que se hizo eterna y que sólo consiguió agilizarse cuando «la Guardia Civil recomendó que abrieran las barreras y dejaran de cobrar el peaje» precisamente para acabar con la aglomeración de vehículos, asegura Pedro. Él mismo fue testigo de la situación porque su llegada al peaje coincidió con el levantamiento de las barreras, que volvieron a cerrarse a las 15 horas.
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