La vida interior del espía

EP
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Mikel Lejarza, más conocido como 'El Lobo', relata en el segundo volumen de sus memorias, 'Secretos de confesión', nuevos datos sobre su historia como infiltrado en ETA

El policía estuvo en la cúpula de la organización criminal. - Foto: Kiko Huesca (EFE)

El agente de inteligencia Mikel Lejarza El Lobo y el periodista Fernando Rueda han publicado el segundo volumen de memorias del espía español, que ahonda en su vida interior y en el coste personal y profesional de este trabajo es: Secretos de confesión (Roca Editorial).

Para este auténtico héroe, «estos libros son el producto de la traición y la indefensión» que siente desde que triunfó hace 50 años la Operación Lobo, su infiltración en ETA, ya explicada en el primer volumen (Yo confieso, Roca Editorial).

«Nos desprecian a los agentes que hemos hecho el trabajo y ya estamos quemados», subrayó el vasco, que asegura sentir indefensión ante los espiados (nunca descartará la amenaza de muerte de ETA, aunque la banda esté inactiva) y ante los demás espías. De hecho, cree que algunos superiores del antiguo Cesid le destinaron después a muertes casi seguras.

Fernando Rueda (periodista de investigación del espionaje nacional) también incluye en la obra las excepciones a esa desnudez ante el Cesid (actual CNI): un epílogo del exdirector del CNI Alberto Saiz, y declaraciones de los exagentes Fernando San Agustín y Carlos Prieto.

En cuanto a la banda asesina, Lejarza deseaba para el libro el testimonio de algún etarra en primera persona. En vez de eso, Fernando Rueda detalla la tesis de Xabier Makazaga de que El Lobo fue un etarra que la Policía recicló y que, además, ya está muerto, por lo que el actual es un impostor.

El exespía lo rebate junto al comunicador, apoyados en parte con el testimonio del histórico periodista de Europa Press Jesús María Zuloaga, autor del teletipo del 30 de julio de 1975 que hablaba de El Lobo (aún infiltrado en la organización criminal) como el único etarra que había huido de una persecución policial en Madrid.

Lejarza también considera que el factor humano sigue siendo más importante que el tecnológico para espiar, y entonces añade este ejemplo: «Que se lo digan a los americanos, cuando a principios de siglo decidieron prescindir de todos los agentes operativos infiltrados y, como conclusión de eso, llegó el 11-S».

En este punto, El Lobo destaca que al director de la CIA durante los atentados de las Torres Gemelas, George Tenet (al que conoció en Suiza), le costó el puesto prescindir de ellos y «apostar al 100 por 100 por la tecnología».

Otro punto interesante que contó el antiguo agente es que espía y espiado viven de manera parecida para esconderse el uno del otro, para alcanzar sus objetivos con máximo cuidado y para afrontar las consecuencias físicas y mentales de un estrés vitalicio: «Muchos etarras han muerto de cáncer. A unos nos estropea el corazón y a otros, de otra manera».

Rueda repartió por capítulos los testimonios en primera persona de gente que nunca había hablado (incluidas las dos hermanas de Lejarza) y el periodista también refleja el dolor de El Lobo por su familia, la fuerza que le da la fe y sus equivocaciones: «No quiere salir como alguien que no comete errores».

En una vida al límite, rodeado de asesinos, hay cosas que son muy difíciles de explicar. Como las premoniciones. Lejarza las sintió sobre peligros y atentados, y le consta que en el antiguo Cesid hubo al menos un asesor parapsicólogo, igual que existen en los servicios estadounidenses e israelíes: «Claro que los tienen».

Para Rueda, su amigo sigue siendo un agente negro (solitario y sin posibilidad de salvarse demostrando vínculo alguno con el servicio secreto) y que se suele abandonar a los agentes negros tras cumplir sus misiones, pero que El Lobo ha sabido sobrevivir.

Trabajador del Estado

Además, destaca que Lejarza «trabaja para el Estado» y no para Gobiernos ni tendencias, hecho que considera demostrado precisamente porque le han atribuido ideologías diferentes a medida que han pasado los diferentes Ejecutivos, ya desde el franquismo.

Respecto a la inteligencia española hoy, cree Rueda que «el servicio secreto ha perdido claramente operatividad». Así, alude al escándalo sobre Pegasus y a la gestión de La Moncloa en 2022.

Por último, concretó que el servicio secreto no persigue delitos, como hacen las policías, sino posibilidad de estos, y que ahora «no puede actuar en Cataluña ni en el País Vasco por voluntad del Gobierno».