La historia de la Librería Medrano ha evolucionado al ritmo de la escritura y papel, de vender el 'pizarrín' que se utilizaba e las escuelas en la primera mitad del siglo pasado hasta la aparición del bolígrafo y en estos últimos años la informática. Durante sus más de 100 años de historia, al frente de este negocio fundado en 1912 por Adrián han estado ya cuatro generaciones de la familia Medrano y también han sido varias sus ubicaciones, pues como explica Rafael Medrano Rivilla, la librería estuvo primero en un local de la calle San Segundo de la capital abulense, luego pasó a la calle Reyes Católicos y actualmente se encuentra en la plaza de Santa Ana.
Y los cambios durante esta larga andadura también han sido muchos, principalmente a raíz de la aparición de la informática. «En los inicios todo era muy manual y de cabeza, con las facturas manuscritas», explica Rafael, quien recuerda que entonces «se vendía papel y lápiz, y tinta en frascos. Todo lo que se vendía antiguamente era para las escuelas, la pizarra y el 'pizarrín', y para las oficinas, el lapicero o el tintero con su plumín, pero todo cayó en desuso con la aparición del bolígrafo, que creó otra nueva época en la escritura, hasta que luego llegaron las máquinas de escribir y ahora los teclados de los ordenadores».
También en esos primeros años se vendían libros, aunque como comenta Medrano, «no se escribían tantos como en la actualidad. Eran más que nada libros de lectura para los niños y luego posteriormente para adultos que estudiaban, sin apenas fotografías ni color, y el pape, al ser la época de la guerra o de la posguerra, era de mala calidad». Luego, en los años 50 ó 60 comenzó a escribirse más y se introdujeron en todas las librerías, con títulos de autores nacionales e internacionales.
Rafael Medrano comenzó a trabajar en el negocio familiar cuando apenas tenías 10 años, ayudando a sus padres, que vivían justo encima de la librería. «Un dato curioso es que ahora vendes paquetes de cuartillas o folios, pero entonces había que contar... nuestra misión era mover, abanicar el papel y contar de cinco en cinco», señala.
Y en cuanto a los artículos que se venden, aunque «todo evoluciona», como indica Rafael, «se sigue vendiendo más o menos lo mismo, aunque hemos pasado del 'pizarrín' al plumín y el tintero, y ya hemos pasado incluso la pluma estilográfica, que ha quedado como un regalo de calidad, y hemos pasado al bolígrafo».
Actualmente, en la Librería Medrano trabaja la cuarta generación de la familia, aunque como dice Rafael, «nosotros seguimos viniendo para echar una mano».
La clave para mantenerse abiertos durante estos 112 años, a su juicio, pasa por «conocer el producto que vendes, porque al cliente hay que aconsejarle», algo que no ocurre en las grandes plataformas de venta online, donde se pierde ese trato personal con el cliente, aunque ha variado poco en estos años, sí acude a la librería «con una idea más clara de lo que quiere comprar».