De vez en cuando, hay que hacer historia reciente de lo que ha sido la Política contemporánea para poder valorar lo que han ido aportando unos y otros al devenir de los acontecimientos. De ahí, que siempre sobresalen unos perfiles, artífices que en primera persona o de forma anónima, han dado a los partidos y a los gobiernos.
Mi consejo es acercarse a un museo como el de la Transición de Cebreros, o a los sótanos del Congreso de los Diputados, y leer en alto determinados nombres propios. Son personalidades de la Política que, por currículum o valía, siempre tenían algo que decir.
Sin embargo, de unos años a esta parte y, especialmente, en las dos últimas legislaturas, el cuarto de kilo de vicepresidente, ministro o secretario de Estado, al contrario de cuanto sucede con el resto de precios de los artículos de la vida, se ha visto por los suelos.
Yo hace tiempo que no memorizo apellidos de ministros, pero por dar una vuelta rápida a la historia, se me ocurren Terán, Morán, Fernández Ordóñez, Solchaga, Solana, Matutes, de Palacio, Maravall, Álvarez Cascos, Méndez Vigo o Robles, por citar algunos para bien o para mal, quienes han sido nombres propios de la Política que construyeron y aportaron, legislaron, propiciaron debate y sirvieron a su país. Y para llevarlo a cabo, supieron rodearse de buenos equipos, de perfiles que asesoraron y ayudaron a la hora de sacar adelante sus trabajos.
Sin embargo, vemos cómo lamentablemente esto ha cambiado y lo ha hecho para mal. Leía una reflexión de Juan Manuel de Prada en torno al sujeto cortaleña a quien quieren matricular el último escándalo del aparato de Ferraz y Moncloa, en la que venía a demostrar que cuanto mejor es la calidad de los dirigentes de un partido o de un Gobierno, disminuye también la de los integrantes de su oligarquía. Es algo lógico: el mediocre quiere que sus colaboradores sean inferiores a él.
De ahí que me temo lo peor de un sujeto como Oscar Puente, quien por cierto no ha despejado ninguna duda ante un grave problema al que no pretende dar soluciones desde su gabinete, como es el ferrocarril por Ávila y sus enlaces con Madrid. Recuerden que alguno de los ministros citados antes propusieron el proyecto de Santa María la Real de Nieva y no se quiso, con lo que el socialismo castigador con Ávila eternizó el problema.
Pues en esas seguiremos hasta que Puigdemont quiera, hasta que sustente los apoyos de Sánchez y sus ministroides.
Solo por volverlo a mencionar, y con lo que supone el Parador de Gredos para los abulenses. Dicen que fue en este enclave. Imagínense la envergadura de la fiesta, de los destrozos, de las compañías y la magnitud del escándalo para que Sánchez se llevase a Ábalos por delante censándolo del Ministerio de Transportes. Parece ser que arramplaron con todo cuanto vieron en una suite y la destrozaron. Comentan que fue en Gredos donde Koldo y sus semejantes camparon a sus anchas y se dieron voces de alarma.
iAy si hubiera buen señor y buen vasallo! Ahí radica todo: sobran los koldos y sus jefes para que la política vuelva a sonar a algo noble. Pónganse a ello, se lo rogamos.