Una amistad que rompe barreras

ICAL
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La oenegé Futudís cuenta con un programa que fomenta la relación de amigos con personas con discapacidad intelectual, una iniciativa con 123 voluntarios y 543 usuarios apoyados

Una amistad que rompe barreras - Foto: Eduardo Margareto ICAL

Con 91 años, el caso de Alejandro Moreno, leonés, pero zamorano de adopción, es paradigmático, emocionante y sorprendente a la vez. «Para Julián, yo soy su familia y él es la mía, porque no tiene ningún referente. Por eso, todos los sábados nos vemos y viene a casa. Yo me siento mejor tras estar con él, más realizado». Moreno es el más veterano de los voluntarios de Castilla y León que trabajan con la oenegé Futudís, tanto que coincidió con los primeros patronos, allá por 1990. No se entiende su vida sin el vínculo con una organización que pone el foco en las personas con discapacidad intelectual, concretamente en su tutela económica.

Alejandro fue también uno de los primeros que se acogió al programa 'Uno a uno', por el que lleva 30 años como amigo de Julián. Se conocieron cuando el nonagenario, que se mantiene muy joven y activo, contaba con alrededor de 60 años y Julián, rondaba los 20. Mucho tiempo y dos vidas paralelas después, Alejandro reconoce a Ical que es «distinto» ser voluntario ahora que hace tres décadas. «Hay muchos que quieren probar a ser amigos de este colectivo, empiezan y lo dejan. Pero quien abandona no es porque se canse, porque de esto no te puedes cansar. Debe haber un compromiso. Yo siempre he dicho que me llevo más de Julián de lo que aporto».

Mientras degusta un refresco en la terraza de un bar, ensalza el trabajo de esta oenegé. Lo hace en presencia de la responsable de Comunicación y Calidad de Futudís, Lorena Palomar, y de la responsable de Proyectos, María Jerez. Sonríen al escuchar las palabras de este veterano. La fundación se creó en 1990 empujada por padres que tenían la preocupación de saber qué sucedería con sus hijos cuando ellos faltaran. «Tenían una necesidad de que una organización tutelara sus recursos económicos sin ser juez y parte», dijo Jerez. En los últimos 34 años han pasado más de 800 personas por la fundación. El proceso no es sencillo. Un juez determina que esta persona «no tiene nadie quien se haga cargo de él, ni que ella misma tiene autonomía para hacerlo».

Una amistad que rompe barrerasUna amistad que rompe barreras - Foto: J.L. Leal ICALSIN EXCUSAS. Pero la fundación quiso ir más allá. Y creó 'Uno a uno', un programa clave de amistad con voluntarios del exterior, que le ha cambiado la vida a los usuarios y a aquellos que se han acercado. Así lo entendió hace un lustro Alejandro Pérez, de 29 años, que trabaja como supervisor en Iberdrola, y que conoció a Ernesto Peralta, de 37. «Si te has visto en una situación difícil durante tu vida y te han apoyado, el deber moral es entregarlo a quien lo necesita». Pérez presume de su «buena relación» con su amigo. 

Normalmente se ven una vez por semana. Ernesto reside en un piso tutelado, en Zamora capital, con otros seis compañeros, con los que reconoce que «siempre la convivencia es complicada». 

Ambos se muestran y se reconocen «felices», son amigos, confidentes y pasan el día juntos «con mucha confianza». Además del trabajo, Ernesto dedica su tiempo a la práctica de fútbol 7, fútbol sala, bici y rugby, deporte con el que ha participado, con la Selección Nacional en un torneo internacional  en Irlanda. «Cuando voy a estos sitios o de vacaciones, siempre traigo un regalo a Alejandro», dice. Alejandro reflexiona que «quien dice que no tiene tiempo para hacer el voluntariado, está poniendo una excusa».

UNA CARICIA. Enamorado de la Coca-Cola, la tortilla de patata, el pan, las batucadas, el fútbol y las ferias de pinchos, David Brezmes sale a la calle, sobre todo, desde que conoció a Angelina Niño, en 2019. Su relación de amistad a través de Futudís les ha cambiado la vida. «Me gusta mucho estar con él. Si tengo un problema, él lo nota y viene y me da un abrazo, una caricia».

Ella trabaja en un centro de la Fundación Personas, y en sus ratos libres, además, es amiga de David, que tiene 25 años. «Vamos al cine, paseamos por la calle o nos tomamos un café». Se entienden sin hablar, pero David necesita utilizar un cuaderno de pictogramas para hacerlo con otras personas diferentes a Angelina, aunque también maneja de forma muy ágil la tablet.

LA DECISIÓN DE UN JUEZ. Futudís cuenta en la actualidad con 33 trabajadores. En 2023 hubo 123 personas voluntarias, principalmente con 43 en Valladolid; 22 en León; 17 en Burgos; diez en Soria y Palencia; 8 en Segovia; 6 en Zamora; 4 en Ávila y 3 en Salamanca. Y se apoyó a 543 personas con discapacidad, de las que 131 están en la provincia vallisoletana, 85 en la leonesa, 83 en la palentina, 73 en la burgalesa, 48 en la zamorana, 41 en la salmantina, 32 en la abulense, 29 en la soriana y 21 en la segoviana.

«Tenemos muchas personas que si no te lo dicen, ni te enteras de que pudiera tener una discapacidad intelectual… Solo el juez dice que esa persona necesita ayuda para la gestión de sus recursos económicos, que es donde se centra Futudís», apunta María Jerez.

ESTAR ACOMPAÑADO. La Fundación conoce que el 15 por ciento sufre o ha sufrido abandono y el 56 por ciento, problemas familiares. Es más, el 16 por ciento no tiene familia. Y tan solo uno de cada cinco cuenta con una persona voluntaria a su lado. Por esta razón, Futudís creó el programa 'Uno a uno'.

Pero esta organización, en su calidad de tutela, acompaña a los usuarios al médico, al banco o donde precisen. Jerez matiza que Futudís solo gestiona los recursos económicos de las personas del colectivo que o bien viven en pisos o en centros. Recuerda que fue a partir de 2001 cuando España registró un cambio muy importante por una sentencia que reconoció que estas personas «necesitan ayuda». Ahora se dictan sentencias a medida y no genéricas. 

En Futudís trabajan equipos multidisciplinares. «Este trabajo te enseña lo mejor y lo peor de la Humanidad». Pero Jerez apunta que los trabajadores no pueden salir fuera con los usuarios y, por eso, se creó el programa de voluntarios que, por otra parte, «salvó a muchas personas» durante la pandemia al estar casi dos años encerrados.

Además, Lorena Palomar indica que «cuesta mucho hacer nuevos voluntarios, sobre todo jóvenes». De hecho, lo habitual es que superen los 50 años.