Quién hubiera dicho hace un año que en la recta final de 2023 estaríamos hablando de que podríamos estar a unos meses de que el Palacio de Los Águila abra las puertas de sus espacios expositivos, con obras del Museo del Prado, como desde hace veinticinco años venimos anhelando. Tanto condicional es obligado, porque lo cierto es que son cinco los lustros que arrastra de retraso este proyecto. A pesar de verlo así, esto no quita para esperanzarse al escuchar a estas alturas unas declaraciones del subdelegado del Gobierno, Fernando Galeano, dejando abierta la posibilidad de que las zonas expositivas de Los Águila pudieran estar abiertas en el próximo 2024, ya que ponen luz de esperanza, porque no deja de ser una voz autorizada a todas luces, ya que es el representante gubernamental en la provincia.
Aunque entenderán también que estas palabras, a estas alturas, hay que tomárselas con demasiada cautela, porque incluso varios ministros del área (y de diferente signo político, esto es, PP y PSOE, que son los que han gobernado España en alternancia) han llegado a poner fecha a esta apertura, sin que la promesa se haya cumplido. Por lo tanto, más que justificadas están las reservas.
Sin embargo, la prudencia y el tiento no tienen que estar reñidas con la expectativa que tenemos los abulenses de que un edificio de nuestra capital pueda albergar ya no obras pictóricas del prestigioso Museo del Prado, sino una zona o una sala bajo la nomenclatura Prado, que ese fue siempre el deseo de los abulenses desde que se anunció el proyecto, por mucho que en los inicios se planteara que el grueso del Prado en Ávila iba a ser un taller de restauración.
También cabe apuntar que después de veinticinco años, aunque Ávila tenga una sala Prado, espacio Prado o como lo quieran llamar (espero que ese no sea el problema), ya nunca va a colmar como lo hubiera hecho el proyecto si los plazos se hubieran cumplido. La curiosidad sigue estando, pero aún hay muchos interrogantes que buscan respuesta, y el más importante no es sino cuánto de generoso va a ser el Museo del Prado con Ávila.
Esta ciudad lo merece, y si se plantea un espacio expositivo con inteligencia e interesante, puede suponer un revulsivo turístico y cultural de primer orden. Y pocas cosas más que el turismo o la cultura tenemos tan al alcance de la mano para seguir activando la economía provincial. Como siempre digo, esto no quiere decir que haya que menospreciar otros esfuerzos u otras áreas de negocio, pero si algo está a tiro de piedra es eso, y la marca Prado instalada en Ávila tendría una relevancia manifiesta. Si no, que justifiquen lo contrario.
Hasta entonces, vayamos aprendiéndonos el nombre del ministro de Cultura, Ernest Urtasun Domènech, por si hubiera suerte y le viéramos por Ávila en los próximos meses. Podría ser un buen síntoma.
En fin, que sin alharacas, a ver cómo estamos dentro de un año.