Más de medio centenar de organizaciones y entidades ligadas a la actividad agraria, la industria agroalimentaria, la distribución, la investigación e innovación, universidades y consumidores, además del Ministerio de Agricultura, están desarrollando foros de debate para la elaboración de la denominada Estrategia Nacional de Alimentación, mediante la cual se pretende articular un sistema alimentario español robusto, integral, sostenible y muy arraigado en el territorio rural.
Administración y el conjunto de los agentes de la cadena alimentaria, desde el origen en el campo a la distribución, apuestan además por una oferta de calidad que cuide la sostenibilidad en la actividad agraria, que proteja la salud de los consumidores y que sea suficiente en volumen para lograr una política de autonomía alimentaria, en línea con las exigencias de la Unión Europea; y todo esto a unos precios que sean asequibles para la mayoría de los consumidores. La Estrategia, señalan fuentes de Agricultura, no tiene una memoria económica para su ejecución, sino que los fondos se irán articulando en función de las actuaciones.
Objetivo del Gobierno es la redacción final del texto antes de finalizar el año para a su presentación en 2025. Según los datos manejados por la Administración, el gasto en alimentación y bebidas en el último año ascendió a 116.000 millones de euros, con un incremento del 7,5%, mientras en volumen se registró un retroceso del 0,7%. Estas cifras están ligadas tanto al incremento de los precios por la inflación como a las nuevas tendencias de la demanda.
España cuenta con una industria agroalimentaria que facturó en el último año 170.000 millones de euros, con casi 30.000 empresas que generan cerca de medio millón de empleos directos. Las exportaciones supusieron 48.000 millones de euros y queda una balanza en positivo de 13.000 millones, lo que convierte a nuestro país en una importante potencia alimentaria no solo en el sector de frutas y hortalizas, donde se mantiene como la huerta de Europa.
Sin embargo, por debajo de esas cifras existen a la vez importantes debilidades y carencias ligadas un sector muy minifundista y con necesidades de innovación tecnológica. Se impone más investigación para adecuar la oferta a los nuevos gustos de los consumidores y también para responder a las demandas derivadas de los problemas de salud, dietas, etc., cada vez con un mayor peso en la cesta de la compra.
En un mundo globalizado con las fronteras totalmente abiertas, el sector agrario y también la industria alimentaria necesitan afrontar para su existencia la comercialización en los mercados exteriores en los que, cada vez más, diferentes gobiernos en terceros países desarrollan prácticas de dudosa legalidad en el marco de las reglas de juego de la Organización Mundial de Comercio, imponiendo barreras fitosanitarias que, en realidad, solo responden a la defensa de sus propias producciones frente al exterior. Junto a esas dificultades, el sector agrario en especial, pero igualmente, por derivación, la industria alimentaria, sufren otras relacionadas con el cambio climático y la incertidumbre provocada por situaciones geopolíticas con efectos sobre el comportamiento de los mercados.
Respuesta.
Frente a esta situación, Luis Planas considera que no existe seguridad perfecta, pero que sí es posible dotar al sector de instrumentos para hacer frente a este tipo de situaciones. En esta línea se halla la Estrategia Nacional de Alimentación, por la que, en primer lugar se pretende garantizar el abastecimiento suficiente de alimentos a precios accesibles para la mayoría de la población. En este objetivo se busca un mayor equilibrio entre los intereses de todos los agentes de la Cadena Alimentaria, en la que, en líneas generales, el sector primario es el principal perjudicado, tanto por ser el punto de partida de los procesos de comercialización como, sobre todo, por su escasa organización a la hora de defender el valor de sus producciones.
A todo ello se suma la dificultad que conlleva el que se trate, en la mayor parte de los casos, de productos con fechas de caducidad -si son frescos- o de animales con fechas de salida de explotación para no entrar en pérdidas. Además, se impone la necesidad de una relación de transparencia y equilibrio y, a la vez, potenciar los sistemas de control y lucha contra el fraude.
Un segundo objetivo es promover la sostenibilidad del sistema alimentario con prácticas que protejan el medio ambiente y la conservación de los recursos naturales, que promuevan la restauración de la biodiversidad, que fomenten los canales cortos de ventas y el consumo de productos de temporada o que promocionen los productos con denominación de origen y las producciones ecológicas. La tierra es un medio de producción a proteger y no se puede esquilmar con un laboreo a base de químicos.
En un tercer objetivo la Estrategia busca mejorar la rentabilidad en un marco equilibrado de toda la cadena donde es fundamental un mayor apoyo para los agricultores y ganaderos. En este sentido se estima que ese tipo de prácticas son claves para fijar población en el medio rural, apoyar el relevo generacional, potenciar la agricultura familiar con el desarrollo de la ley correspondiente, poner en valor el papel de la mujer o impulsar la concentración de la oferta con el resultado final de mejorar la rentabilidad de la actividad agraria.
Agricultura busca igualmente fomentar hábitos de consumo más saludables y de calidad con apoyo a la dieta mediterránea o con la rebaja de la fiscalidad para este tipo de ofertas. Atocha apuesta por la innovación y las nuevas tecnologías para mejorar productividad y competitividad; también por la agricultura de precisión, la eficiencia energética y la digitalización. En conjunto, nuevas formas de producir alimentos.
De cara a los consumidores el principal objetivo es acercar la información en materia de alimentación y nutrición y controlar la publicidad agroalimentaria. Se imponen más estudios para identificar los nuevos patrones y las tendencias en la alimentación y en el consumo. Todo ello, con un mayor protagonismo de los consumidores. En la misma línea, la tierra se debe considerar como un legado que va pasando de generación en generación para la producción de alimentos, un legado que hoy tenemos la obligación de preservar para que siga cumpliendo los mismos fines para generaciones venideras.