La plantilla de cualquier gigante incluye un número 'equis' de futbolistas que son 'cola de león': jugadores que serían 'cabeza de ratón' y figuras en el 95 por ciento de los equipos del planeta pero que o han elegido estar donde están o el tiempo todavía no les ha otorgado el estatus merecido.
Brahim Díaz, un muchacho que acaba de cumplir los 25, camina con paso firme hacia un sitio 'superior' en el Real Madrid. Es consciente de que tiene encima un techo inabordable: quitar el sitio a cualquiera de las tres bestias de la delantera (Rodrygo, Mbappé, Vinicius), pero su táctica incluye paciencia y resiliencia, o sea, la capacidad de enfrentarse a situaciones adversas (ser un suplente de manual) con resultados positivos (ser efectivo y determinante cada vez que salta al campo).
En la última jornada, hizo su entrada en el minuto 68 en el lugar de Rodrygo y le dio tiempo a marcar un gol y dar una asistencia, confirmando las sensaciones del pasado curso, donde fue el 15º de la plantilla en minutos jugados (2.067 en 44 partidos y sólo 22 veces titular) y, sin embargo, tuvo tiempo para participar en 20 dianas: 12 (en solo 55 disparos) y ocho asistencias.
Ya durante esta pretemporada, avisó a los 'intocables': ante cualquier despiste, siesta involuntaria o relajación de 'divo', el malagueño estaría preparado. Un gol y una asistencia (ambos ante el Chelsea) en 234 minutos, ofreciéndose a Carlo Ancelotti muchas variedades ofensivas: en Estados Unidos ante el Manchester City jugó como extremo izquierdo, ante el Chelsea lo hizo como mediapunta y el pasado fin de semana, ante el Valladolid, volvió a esa posición de interior para desequilibrar definitivamente un encuentro que caminaba peligrosamente por la cuerda del 1-0.
La evolución
La forma en la que resolvió la jugada, aprovechando primero un enorme hueco a la espalda de la defensa, metiendo su pequeño (pero prieto) cuerpo de 170 centímetros al central Amath y resolviendo con media vaselina resume exactamente todo lo que ha mamado el futbolista a lo largo de su carrera: la calle en el modesto barrio de Dos Hermanas, los conceptos primarios en la cantera del Málaga, la capacidad de adaptación a la elite y su presión en el Manchester City (debutó como jugador profesional en la Copa de la Liga inglesa, un 21 de septiembre de 2016)… y, finalmente, la tranquilidad en la definición en el Milan, donde se hizo futbolista.
Sin sitio en el Real Madrid de la 19/20 (apenas disputó seis partidos de Liga), la Serie A parecía el destino perfecto para forjar a un futbolista que leía con una naturalidad pasmosa las acciones de ataque y que, cuando no se enredaba en un baile de regates innecesarios, poco a poco (Stefano Pioli fue su gran valedor en Milán) aprendía distintos oficios relacionados con el gol. Principalmente, el de mediapunta… pero en cualquier posición de banda lucía esa mezcla de potencia y sutileza que hoy le convierten en el revulsivo perfecto para Ancelotti. En su último año como 'rossonero', el técnico le dio galones y minutos: disputó 45 partidos y devolvió la confianza en forma de siete goles y siete asistencias. Ya era, de pleno derecho, futbolista de clase alta.
El internacional marroquí nunca ha ocultado su deseo de triunfar en blanco. Pero, ¿qué es el triunfo cuando eres 'cola de león'? Quizás es exactamente lo que está haciendo: aprovechar cada minuto y poner al entrenador en un brete («Está listo para cualquier cosa», comentaba Ancelotti), hacer dudar a la afición y presionar al 'cabeza de león' de turno: la relajación de los 'titularísimos' es lo peor que le puede pasar a un equipo grande, sobre todo en una temporada como esta en la que el Real Madrid podría alcanzar los 72 partidos. Brahim Abdelkader Díaz está preparado para lo que sea.