La ermita de Las Vacas abrió sus puertas, como cada Lunes Santo, para la procesión de la Ilusión. Unos 300 cofrades del Patronato de la Santísima Trinidad y Nuestra Señora de Las Vacas acompañaron a su Cristo en su recorrido por las calles del barrio en dirección hacia el centro de la capital, donde esperaba su 'madre', Nuestra Señora de la Esperanza, para el Encuentro en la plaza de la Catedral. El cielo, que estuvo de lluvia durante toda la tarde, finalmente dio tregua para la celebración la jornada de Semana Santa. Los rezos, las peticiones y, sobre todo, la ilusión superaron a todas las previsiones.
Los nervios estaban a flor de piel entre los hermanos durante los preparativos en el interior del templo. Unos nervios normales, por otra parte, ya que a media tarde, las aplicaciones móviles vaticinaban lluvia en la capital abulense. Unas precipitaciones que, en efecto, acertaron y descargaron sobre la ciudad. Un chaparrón que duró varias horas minutos y que hizo que la salida de la Virgen de la Esperanza se retrasara una hora y media (hubo tres recesos hasta que pudo salir el paso). Ante este panorama, el hermano mayor del patronato, Francisco López Serrano, y el resto de cofrades esperaron hasta última hora para decidir si el Cristo de la Ilusión salía o no en procesión por las calles de la popular barriada. Eso sí, siempre en contacto con la Hermandad de la Esperanza, para tratar de llevar a cabo el Encuentro, el momento cúlmen del Lunes Santo. Finalmente, tomó el riesgo de procesionar y la decisión resultó buena, porque no volvió a llover y el desfile se pudo celebrar con total normalidad.
Mientras, la gente en la calle esperaba con intranquilidad a que los dirigentes tomasen alguna decisión en el interior de la ermita sobre el desarrollo de la procesión. El público, portando paraguas y vistiendo chubasqueros, aguardaba en la plaza y en las calles aledañas mientras miraba hacia el cielo y a sus móviles. Mientras muchos hermanos seguían llegando hasta la ermita, ya que habían apurado hasta ultimísima hora en sus casas hasta saber si iba a ver procesión o no.
A las 20,20 horas, el secretario del Ilustre Patronato de la Santísima Trinidad y Nuestra Señora de Las Vacas comunició que la procesión de la Ilusión se iba a celebrar, por lo que todos los presentes comenzaron a organizarse para el desfile. Alguno, incluso, comenzó a vestirse de nazareno porque, de tanto apurar, seguía vestido de calle. Otros, en cambio, seguían preocupados porque, aunque ya no llovía, temían que pudiera volver a descargar en medio del trayecto, con el riesgo y el peligro que eso suponía para todos, talla incluida. En la calle, mientras, ante el final de las precipitaciones y la salida del sol, el público se fue congregando a la espera de la salida del Cristo de la Ilusión. La llegada a la plazoleta de Las Vacas de la Banda de las Tres Caídas de Madrid anticipaba ya que todo seguía el orden previsto.
A las 20,48 horas, con algo más de media hora con respecto al horario previsto, las puertas de la ermita de Las Vacas se abrieron, momento en el que se escuchó un suspiro de alivio y los espectadores congregados prorrumpieron en aplausos de satisfacción, alegría e ilusión por el hecho de que el Cristo, tras tanta espera y tanta incertidumbre, al final sí salía a la calle. Los nazarenos comenzaron a organizarse en dos filas, las mujeres de mantilla pudieron lucir sus mejores galas y algunos pequeños cofrades vivieron por primera o, como mucho, segunda vez, lo que era salir en la procesión del Lunes Santo. El incienso comenzó a llenar el ambiente de la plaza y los anderos del Cristo terminaban de prepararse para cargar a hombros el paso.
Con sumo cuidado lograron sacar la talla de la ermita, para evitar que sufriera algún golpe o roce con el arco de entrada. Finalmente, pasadas las 21,00 horas, el Cristo de la Ilusión pisó la calle ante el aplauso y los vítores de sus devotos. Y fue entonces cuando comenzó la procesión de verdad. La banda de música comenzó a tocar las marchas de Semana Santa y toda la comitiva emprendió la marcha hacia el centro de la ciudad con la intención de encontrarse con la Virgen de la Esperanza. Pero, el Encuentro quedó a expensas del tiempo, igual que ocurrió durante toda la tarde. Al final, la Ilusión por un lado y la Esperanza por el otro, lograron espantar el mal tiempo y la lluvia y salir en procesión con la idea de vivir, con cierto retraso, uno de los momentos cumbre de la Semana Santa.