La Audiencia de Valladolid ha condenado a David Maroto a una pena de 25 años de cárcel por el asesinato de Paloma P. y a la permanente revisable por el también asesinato de la hija de ésta, India, de 8 añitos, a quienes la madrugada del 23 de enero de 2023 dio muerte a cuchilladas en el piso que compartía con ellas en el céntrico Paseo de Zorrilla.
Si el pasado día 19 de diciembre de 2024 era el jurado popular el encargado de dictaminar sobre la culpabilidad del encausado, a quien consideró, de forma unánime, autor de sendos asesinatos con las agravantes de parentesco, género y de, en el caso de Paloma, ensañamiento, delitos que también entendió que fueron cometidos por David de forme absolutamente consciente, ahora, un mes después, ha sido el magistrado que presidió el juicio el que ha plasmado por escrito, en la correspondiente sentencia, las penas recibidas por el verdugo de madre e hija que podrían llevarle a cumplir de forma efectiva un total 30 años.
En dicho fallo, el magistrado impone al acusado 25 años de cárcel por el asesinato con alevosía y ensañamiento de su compañera sentimental. Aprecia la agravante de parentesco y de actuar por razones de género. Por el asesinato con alevosía de la niña, con la agravante de parentesco, le condena a prisión permanente revisable, según la informaron a Europa Press fuentes jurídicas.
Como medidas de seguridad, por el asesinato de Paloma, la sentencia le impone la prohibición de acercarse a menos de 500 metros de la madre y las dos hermanas de la fallecida y a comunicar con ellas durante 35 años, medida que en el caso del asesinato de la pequeña es por diez años, a mayores de la pena impuesta, respecto de su padre biológico. También establece ocho años de libertad vigilada.
En concepto de responsabilidad civil, el condenado habrá de indemnizar a la madre de Paloma en 113.000 euros y con 25.000 a cada una de sus dos hermanas, así como con 160.000 euros al padre biológico de India.
Todas las acusaciones, la pública, las tres particulares ejercidas por la madre y hermanas de Paloma, el padre biológico de la niña y la Junta de Castilla y León, además de la popular representada por la Asociación Clara Campoamor, habían pedido 25 años de prisión por el asesinato de la madre y prisión permanente revisable por la pequeña, mientras que la defensa, que inicialmente entendía que ambas muertes eran constitutivas de sendos homicidios--pedía globalmente 25 años--, se vio obligado a modificar al objeto de pedir al tribunal las mínimas penas posibles.
De esta forma se pone el punto y seguido -el defensor ha anunciado recurso ante el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León- a un proceso caracterizado por la tensión vivida durante los cuatro días del juicio, especialmente cuando la prueba pericial forense que detallaba la brutalidad de las cuchilladas infligidas a la niña llevó a su padre y a otros dos familiares a saltar como resortes de entre el público y a protagonizar un intento de linchamiento del verdugo de la pequeña.
El doble crimen se produjo la madrugada del 23 de enero de 2023 en un piso del Paseo de Zorrilla de Valladolid, a cuya puerta se presentó David Maroto tras haber pasado la tarde tomando unas copas con unos amigos en la localidad de La Cistérniga y en la capital.
Tras franquearle la entrada Paloma, se produjo una discusión, cuyo origen no ha sido esclarecido, y en la cocina el acusado, armado con un cuchillo de grandes dimensiones, comenzó a darle de cuchilladas de forma indiscriminada, hasta quince, cuando ella se hallaba en un plano inferior caída en el suelo. Eran mortales porque le alcanzaron el corazón y los pulmones. Incluso le tapó la boca para tratar de acallar sus gritos, de ahí que el total de las heridas objetivado se elevó a un total de 27, entre las producidas por el arma blanca y otras producto de erosiones y hematomas
La niña, que oyó la escena, corrió a la habitación donde sabía que había un móvil de la madre y lo cogió para llamar al 112 desde el sofá del salón, donde David la agredió de cinco cuchilladas, la primera de ellas brutal, mortal de necesidad, porque le atravesó el cráneo, otras tres en la espalda y una más entre las mamas, sin precisar el orden de estas cuatro últimas.
Tras dar muerte a las víctimas, David Maroto trató de contactar con sus dos hermanas, y es una de ellas la que le cogió el teléfono. "¡He matado a Paloma e India!", es lo que la hermana puso en boca del acusado y lo que llevó al cuñado a dar parte de lo ocurrido al 112.
Plenamente consciente
Los agentes de la Policía Nacional y los facultativos que, nada más llegar al escenario del crimen, asistieron a David en los primeros instantes y le condujeron hasta la ambulancia fueron unánimes al apuntar que el acusado era plenamente consciente de la que había "liado", como él mismo advirtió a la enfermera que acudió en la ambulancia.
Refuerza la plena consciencia de David en el momento de los hechos categórica pericial de las forenses, que rechazaron cualquier alteración de las capacidades volitivas y de querer de David pese a que éste, en su declaración en el juicio y más tarde ejerciendo su derecho a unas últimas palabras, alegó que uno de los amigos con los que había estado de copas le dio fentanilo. A partir de ese momento, no recuerda nada, hasta el momento en que se despertó en el hospital, según dice, y se creyó víctima de un accidente de tráfico.
Además de descartar de plano esa supuesta amnesia por la ingesta de productos químicos, las acusaciones entendían probado que ambas muertes se produjeron de forma alevosa ya que ninguna de las víctimas pudo defenderse, sobre todo la pequeña, de especial vulnerabilidad, a lo que sumaron la vulnerabilidad sorpresiva porque la atacó estando ella de espaldas. Imputaban también la alevosía convivencial que llevó a las víctimas a bajar o relajar las barreras de protección y otra alevosía derivada del reducido espacio, la cocina, en la que David acabó con la vida de Paloma.
"¡La maté porque era mía!"
Junto con la agravante de parentesco, que ni siquiera niega la defensa, todos los acusadores, a excepción del fiscal, mantuvieron en todo momento que en los hechos también concurren las agravantes de ensañamiento y género, como así recoge el veredicto, en el sentido este último de que la muerte de Paloma es fiel exponente de la dominación del hombre sobre la mujer o del dicho: "¡La maté porque era mía!".
Lo que sí ha salido a relucir a lo largo del juicio es el retrato robot o perfil impulsivo, violento, celoso, machista y narcisista de David, un hombre a quien igualmente se ha presentado como un "mentiroso compulsivo" y un "actor de libro", pues desde el inicio trató de "embaucar" a la madre de Paloma mientras intentaba separar a ésta de sus hermanas y crear mal rollo en el seno de la familia.
En el lado opuesto, la defensa se había aferrado a la tesis del consumo de alcohol y drogas de su cliente y de sus violentas reacciones cuando consumía, acrecentadas por su especial personalidad, y al hilo de ello rechazaba que las dos muertes fueran alevosas -las calificaba como dos homicidios- al entender que no había capacidad cognitiva ni volitiva del acusado por esa ingesta, sin que tampoco considerara de aplicación las agravantes de ensañamiento ni de género.