Editorial

Una reorganización para seguir viviendo la fe cristiana con plenitud

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La situación que vive la Iglesia en Europa occidental está obligando a las distintas diócesis a adaptarse a las circunstancias, y la de Ávila no es una excepción. La caída de vocaciones religiosas, la falta de relevo generacional y la reducción de la vida cristiana, unidas al panorama existente en la provincia de Ávila de despoblación y envejecimiento, están llevando a que de un tiempo a esta parte la actividad religiosa especialmente en el medio rural se esté reduciendo. Así, con un 30% menos de curas en los últimos 14 años, la diócesis de Ávila está apostando por medidas que contemplan, en el medio plazo, el funcionamiento de una veintena de unidades pastorales en la provincia y cinco en la capital, medidas que pretenden centralizar la atención en los núcleos más grandes, y que tienen como gran reto no dejar abandonados a los pueblos. Precisamente son esos pequeños núcleos de población donde esa vida cristiana se vive con más intensidad, y ello obliga a la diócesis y a los sacerdotes a redoblar sus esfuerzos para no dejar desatendidos a esos cristianos. 

Pero en estos momentos la principal preocupación a la que debe enfrentarse la diócesis es a esa forma de vivir la vida cristiana, y que hace que, por ejemplo, cada vez haya menos gente joven en las misas dominicales o que los matrimonios que se celebra por la Iglesia también se estén reduciendo. Sin embargo, esa situación de vivencia de la religión cristiana desde el punto de vista práctico contrasta con otras prácticas cristianas que gozan de un notable auge, como la que se vive en las cofradías penitenciales. Esto lleva a pensar que esa semilla cristiana sigue latente y muy arraigada entre la sociedad abulense, pero se están perdiendo otros valores para que esas manifestaciones se expresen de manera continua.

La Iglesia debe adaptarse a los nuevos tiempos para lograr que esa experiencia cristiana se viva con más plenitud en el día a día, y no solamente en momentos puntuales. Y para ello es fundamental la cercanía y el contacto asiduo con los pastores, que son los que deben guiar al pueblo para que esa práctica diaria no se pierda, por muchos condicionantes que se pongan por medio, adaptándose a esas situaciones que se han generado y aprovechándose también de las nuevas posibilidades tecnológicas que existen. Al final, como apunta el vicario de Pastoral de la diócesis, Jorge Zazo, el objetivo de la Iglesia debe ser que «la gente crea y ame más a Jesucristo» y en esa tarea la Iglesia debe ser un apoyo para que la persona viva intensamente esa experiencia.