Miguel Caño (chef de Nublo, con una estrella Michelín y dos Soles Repsol) salió de su Haro natal con 18 años convencido de que para triunfar había que irse a las ciudades. Tras pasar por Vitoria, Barcelona, Londres, San Sebastián o Madrid regresó a la localidad riojana que le vio nacer convencido de que «el talento está en los pueblos». Esa misma certeza tenía Carlos Casillas, chef de Barro (una estrella Michelín, una Estrella Verde y un Sol Repsol), cuando al finalizar sus estudios de Gastronomía y Artes Culinarias en el Basque Culinary Center con el mejor expediente de su promoción optó por quedarse en Ávila, su ciudad, frente a otras ofertas, incluso de Nueva York. Ambos comparten una profunda conexión con el territorio, los productores locales y el respeto por el entorno rural y ambos también están detrás de proyectos gastronómicos hasta no hace mucho impensables en municipios como Haro, con una población de 10.000 habitantes, o la capital abulense, con poco más de 58.000 vecinos.
«Carlos ha hecho un proyecto, al igual que el mío, como si estuviésemos en mitad de Manhattan, entendiendo que el reto es atraer, y que seguramente no tenemos un gran tránsito por la puerta de nuestros restaurantes, pero que con la gastronomía, el talento y las propuestas novedosas, fascinantes y sabrosas la gente es capaz de moverse», apunta Miguel Caño al hablar de un mérito que comparte con joven chef abulense al que conoció hace un año en un evento en Barcelona y al que desde entonces le une una gran amistad. «Fue un flechazo instantáneo», asegura Casillas al hablar de aquel encuentro tras el cual ha habido, apunta el de Haro, «mucha comunicación», tanta que pese a la distancia les ha hecho «sentirnos cerca». Así que en un momento dado ambos plantearon un viaje de ida y vuelta, a modo de diálogo culinario basado en los territorios, la creatividad y la sensibilidad, que se ha materializado en un cocinar a cuatro manos que tuvo su primera parada el 3 de diciembre en Nublo y el pasado miércoles, en el restaurante abulense.
«Siempre defiendo que una de las cosas que caracteriza a Barro es la búsqueda constante de la creatividad y el mirar con otros ojos cosas que hemos tenido siempre delante. Hay momentos en los que necesitamos de esta agitación, de traer a gente de fuera o viajar nosotros, para conocer las perspectivas, para ver cómo mira a su territorio otra gente que tiene muchísimas cosas en común con nosotros aunque no compartamos el mismo lugar que habitamos», explica Casillas el punto de partida de este diálogo entre estos dos cocineros que piensan de manera muy similar aunque luego el resultado en la mesa se plasme de forma diferente. Así surgió este menú especial y único que ha permitido que las distintas dinámicas de ambos cocineros hayan coexistido en una misma mesa. O en dos, porque dos han sido las paradas de este viaje.
«Miguel es uno de los cocineros más sensibles que hay en España y ha conseguido hacer una sublimación de lo que es una cocina de producto con una parte técnica y, sobre todo, creativa muy profunda», dice Casillas sobre el chef de Nublo con el que comparte esa pasión por la innovación y también por el mundo del vino. «Miguel es otro como yo, que nos gusta casi tanto comer como beber como cocinar», apunta el cocinero abulense otra de las cosas que comparte con el riojano. Por eso, en este diálogo culinario el vino ha tenido un lugar destacado, maridando el menú que se sirvió en Nublo vinos de Ávila y regando los doce pases en seis tiempos de la propuesta de Barro, caldos de La Rioja.
«La sintonía ha sido perfecta, nos encontramos muy a gusto trabajando juntos», asegura Casillas al referirse a esta experiencia compartida que no solo ha sido única y excepcional para los comensales sino que tanto a él como a Miguel Caño les ha llevado a «reflexionar sobre cuál es nuestro camino creativo y cómo podíamos ordenarlo un poco más de cara a futuro». También, a «identificar puntos de unión» que son los que a modo de hilo conductor han dado forma a los diferentes platos de este menú.
nurro o bablo. El objetivo de este planteamiento era generar una narrativa que invitara a pensar que esas dos cenas, la de Haro y la de Ávila, se desarrollaban en un restaurante imaginario que perfectamente podría haberse llamado Nurro o Bablo. Y es que un menú como el planteado por Carlos Casillas y Miguel Caño, los dos con Estrella Michelín, es poco habitual y menos aún en sitios deslocalizados como Ávila o Haro. «Son cosas que si se dan ocurren en grandes ciudades. Es muy bonito porque nos permite abrir las puertas de casa», reconoce el abulense de quien Caño destaca que pese a ser «asquerosamente joven» haya mostrado esa «autodeterminación» a la hora de llevar a cabo un proyecto como Barro. «Yo a su edad soñaba con ser un buen jefe de partida o un buen jefe de cocina y que esa mente privilegiada plantee construir un restaurante de esta envergadura, liderar un equipo y generar un tránsito para la ciudad hablando de los productos locales, de lo cercano y recuperar recetas a su edad me parece increíble», dice el chef de Nublo sobre su compañero en este viaje que demuestra, efectivamente, que el talento está en los pequeños municipios.