Hay ocasiones en que es necesario marcharse para volver a empezar. Cambiar de vida para ser feliz. Una decisión que tomó Sara de la Fuente Luján, una abulense de 30 años que, tras unos meses «oscuros» en Ávila, decidió emigrar a Alemania junto a su perro Lucas para encontrar la estabilidad y la felicidad.
Sara estudió Magisterio en Guadalajara y trabajó allí en una guardería y como psicopedagoga en una academia. Pero las malas condiciones laborales la obligaron a regresar a Ávila y buscar otros caminos. Enamorada de la música, probó suerte dando clases de danza, pero tampoco funcionó. Sin perspectivas reales de trabajo, le salió una oportunidad en Alemania y no lo pensó.
Hace apenas tres meses que aterrizó en Filderstadt, una pequeña ciudad próxima a Stuttgart, donde ahora reside feliz, aunque admite que la adaptación resultó complicada. «Ha sido un proceso raro de adaptación hacia una nueva cultura por el problema del idioma», comenta. Porque ese es quizás el gran hándicap de vivir en Alemania, un idioma tan complicado y tan alejado del castellano. Y eso que lo lleva estudiando desde los meses previos a su viaje. Pero eso no resulta un impedimento para que pueda hacer allí su vida. «Me lo estoy tomando todo con más calma y sé que hasta que no pasen unos meses, no voy a entender todo», afirma. Las nuevas tecnologías (en concreto, ChatGPT) le están ayudando en estos primeros meses para comunicarse con sus nuevos vecinos.
Sara vive en Filderstadt, pero todos los días viaja unos 20 minutos en tren hasta la población de Leinfelden-Echterdingen, donde se encuentra el jardín de infancia en el que trabaja. Allí pasa las mañanas (su horario laboral es, habitualmente, de 8,00 a 15,00 horas) cuidando a niños pequeños que, por lo general, la han acogido bastante bien. «Hay niños a quienes les he producido mucha curiosidad y se han acercado a mí y otros que han tomado un punto reactivo para mal por el idioma. Pero estos, por suerte, son los menos», explica.
Su trabajo y las características del país (anochece muy temprano) la dejan poco tiempo de ocio, y ese tiempo lo pasa junto a la comunidad de danza contact (el estilo que ella practica) y a su querido perro Lucas, que se ha adaptado bien a su nuevo hogar. Por su ritmo de vida, Sara ha encontrado muchos apoyos (compañeros de piso, vecinos) para cuidar de su mascota. «Aquí me ayuda más gente con el perro que en España. La gente es más ofrecida a ayudar de primeras, se compromete muy fácilmente», afirma. Además, la estructura de las ciudades y de las casas, con más zonas verdes, también facilita la calidad de vida de Sara y de Lucas.
Su contrato de trabajo finaliza el próximo septiembre, pero todo apunta a que su estancia en Alemania se extenderá por más tiempo. «Tengo muy claro que me encantaría aprender bien el idioma y para eso necesito, mínimo, dos o tres años. Me apetece ahorrar unos años para alcanzar una perspectiva de futuro», asegura. Trabajo, por lo que comenta, no le va a faltar, porque allí demandan un alto ratio de profesores por alumno. Eso, unido a lo bien que ha encajado en Filderstadt, puede provocar que Sara pase una larga estancia en Alemania. «Estoy muy a gusto, ahora mismo no volvería a España», sentencia. Porque una vez que cambias de vida y eres feliz no quieres volver atrás.