Estos días estamos inmersos en el frenesí de unas fiestas intensas con muchos actos, para elegir, para todos los gustos y edades, y visitadas por muchísimo público local y foráneo. Cuantas veces decimos que no solo son nuestras fiestas, sino las de toda la comarca y aún de otras limítrofes, que las hacen también suyas.
Y al hilo de los visitantes, como bien recordaron en el pregón, tanto el alcalde Vidal en su presentación como Geñín, en su vibrante pregón, que nuestras fiestas son siempre un canto a la invitación y la hospitalidad de esta tierra, en unas fiestas que casi abren la temporada festiva veraniega. Pero de eso ya escribiré cuando la semana finalice, ahora quiero fijarme en un tema, en nuestros visitantes, un turismo que se consolida con fuerza.
En muchas ocasiones los propios del lugar, de pronto llegamos a descubrir algo cotidiano que estaba ahí, como esperando, para ser visto y admirado. Y cuántas veces habremos pasado al lado sin percatarnos de lo que teníamos ahí mismo.
Otras veces escuchamos a gentes visitantes palabras de admiración al descubrir nuestro patrimonio, nuestro mudéjar, nuestra Plaza de la Villa especialmente, que nosotros, por la cercanía y cotidianidad no le damos el valor que descubrimos le dan los demás.
Ya queda poco para mis visitas nocturnas que este año cumplirán su edición 39 y con la vitalidad del primer momento. En esas visitas siempre recalco la cantidad de gentes que repiten año tras año, me dicen que les gusta y siempre descubren algo nuevo. También gentes de la comarca y aún de mucho más lejos, que han oído de ellas y vienen a descubrir cosas nuevas de esta ciudad que ya es "Pueblo mágico de España" además de Conjunto Histórico Artístico. Siempre agradezco esa asistencia, pero de una manera muy especial a los repetidores, y no en su significado negativo, sino todo lo contrario, que me llena de orgullo poder contribuir a divulgar las cosas de mi ciudad, de poder ayudar a descubrir nuestros valores y nuestras cosas, y siento que estoy cumpliendo mi cometido de Cronista Oficial.
Algo muy semejante me ocurre con gentes menudas, de colegios o grupos que visitando nuestras cosas las descubren, las conocen y gozan de su belleza. Aquí viene muy bien la frase del titular, lo importante que es conocer para poder amar nuestras cosas. Podría contar infinidad de anécdotas en este sentido, que al mismo tiempo es el principal motivo de mi dedicación. Aunque no soy proclive a llevar aderezos, aun llevo en mi muñeca una pulserita, de estas de artesanía, con bolitas de colores que tienen su significado, que me regalaron un grupito de chavales a los que acompañé una mañana no hace mucho…
Aprender para compartir es una de las sensaciones mayores que experimento en mis quehaceres de cronista, en las investigaciones cotidianas, a veces de cosas aparentemente pequeñas pero que nos dan una nueva dimensión de nuestras raíces, y además son muy bien acogidas.
Otro aspecto muy emotivo en estas fechas es el reencuentro con amigos y gentes que regresan siempre "por ferias" a sus raíces. Son días de saludos y recuerdos… pero ya nada es igual, todo está cambiando. Ya son varios años en que los récords de público se suceden, salvo que haga mal tiempo.
Pero esto ya es para la próxima.