El PSOE lo intentó hasta el último minuto, con reuniones en Suiza no confirmadas aunque tampoco negadas por Ferraz entre Santos Cerdán y Carles Puigdemont, pero el acuerdo fue imposible y Junts cumplió su advertencia.
Las palabras amenazantes del líder independentista, que cinco días antes avanzó «que no nos busquen para sacar adelante iniciativas parlamentarias, porque no nos van a encontrar», resonaron en el Congreso y, derrumbando de un plumazo el optimismo socialista, se hicieron realidad. Junts dejó solo al Gobierno en las tres votaciones que el PSOE aspiraba a sacar adelante en la Cámara el pasado miércoles, uniendo además sus nóes a los del PP en las dos más importantes, el decreto omnibus y la prórroga al impuesto a las energéticas.
Esa jornada horribilis, el Ejecutivo solo pudo sacar adelante la menos trascendente de sus iniciativas, el decreto que permite compaginar la jubilación con un empleo, para más escarnio con el apoyo de los populares. Pero la lección para el Gabinete de Pedro Sánchez ese día fue mucho más allá: un partido que aglutina el 1,6 por ciento del voto de los españoles volvía a marcar su agenda, evidenciando que los pilares de su Gobierno son frágiles como el barro y que el bloque de investidura podría tener un futuro más que comprometido.
«Lo que hoy molesta a Junts es su trilerismo, su mentira, su gandulería, su prepotencia, su chantaje, sus incumplimientos, porque le recuerdo que hace un año se cerraron unos acuerdos que aún no han sido sustanciados. Esta piratería suya, ni la compartimos, ni la votamos», afirmó contundente en la Cámara Baja la portavoz de la formación neoconvergente, Miriam Nogueras, en alusión a su alianza con el líder socialista.
A la hoguera parlamentaria de ese nuevo fracaso del Ejecutivo, el mayor de la presente XV legislatura, el PP contribuyó con su rechazo a dos de los tres decretos votados, dando además un paso adelante y presentando una proposición no de ley para subir las pensiones.
Ese gesto suscitó la ira del PSOE, que focalizó en los de Alberto Núñez Feijóo sus críticas, poniéndose en cambio de perfil en lo que respecta al varapalo que acababan de recibir por parte de Junts. El PP se defendió y, como no podía ser de otro modo ante lo sucedido en el Congreso, agitó el fantasma de la realidad de sus inestables alianzas. «Si no puede gobernar, el colmo es que responsabilice a la oposición. Si no gobierna, apártese», resumieron los populares, reivindicando una vez más un cambio de rumbo en España que es a su juicio «una necesidad» que podría solventarse convocando elecciones.
¿Por qué ahora?
La decisión de la Mesa del Congreso de posponer la admisión a trámite de la proposición de los de Puigdemont que emplaza a Sánchez a someterse a una cuestión de confianza, así como el anunció del expresident prófugo de que suspendía las conversaciones con el PSOE y no hablaría de Presupuestos mientras no se restablezcan un clima de confianza con los socialistas, ya hacían presagiar que en esta ocasión no le sería tan fácil a los efectivos equipos negociadores de Ferraz lograr un pacto.
En el Ejecutivo mantenían la esperanza de conseguirlo, acostumbrados como están ya a pelear cada votación con un socio incómodo que eleva sus exigencias cada vez más. Sin embargo, Junts esta vez no transigió porque, como reconocen en el seno de la formación secesionista, están cansados de los intentos de Sánchez por «ganar tiempo» sin llegar a concretar en hechos los compromisos adquiridos en sus discretas y no oficializadas reuniones en Waterloo.
Así, para los de Puigdemont, la pelota está ahora en el tejado del PSOE, que como apuntan «debería dejar de marear la perdiz» y traducir en cuestiones tangibles lo pactado en sus encuentros.
Contrapartidas. Una de las exigencias de los neoconvergentes es el traspaso integral de competencias en inmigración -las negociaciones han avanzado, según las partes, pero sigue habiendo grandes escollos, como el control fronterizo-; otra es la oficialidad del catalán en Europa, que pese a los incansables intentos del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, está en punto muerto.
Aunque lo más sensible sigue siendo la ley de amnistía, por la que los independentistas señalan a los jueces que rechazan aplicarla, mientras los socialistas, según Junts, se muestran pasivos y ni tan solo asumen una simbólica «amnistía política», criticando que el president, Salvador Illa, o el propio Sánchez no hayan querido reunirse con Puigdemont hasta ahora.
Junts también quieren concreciones en otras reivindicaciones, como el techo de gasto o una reforma fiscal en línea con sus posiciones.
Finalmente, existe el papel que podría jugar el PP en los planes de Puigdemont. Él ya dejó claro que «no va de farol», y pocos llegaron a dar más importancia a esas palabras que en el pasado. Pero, aunque el prófugo no ha querido hasta ahora especular sobre una posible moción de censura con los de Feijóo -y eventualmente con otros grupos, además de Vox-, si avisó ya a Sánchez que, si no cumple, le pedirá que dimita y convoque elecciones como haría «cualquier Gobierno europeo» porque, sin mayoría, la legislatura es ingobernable.