Compartió generosamente Pablo Casillas su pasión como coleccionista de libros antiguos en edición facsímil en noviembre de 2021, a través de una exposición que acogió el Palacio los Serrano de Fundación Ávila, y volvió a hacerlo este martes, en el formato de una charla que encontró perfecto acomodo en el ciclo literario 'El Donoso escrutinio', para hablar, desde la coherencia de quien ha 'salvado' del olvido títulos imprescindibles del saber que ha atesorado de la humanidad, de un puñado de obras maestras que han sobrevivido a los siglos y a los expolios.
'Coleccionismo: una mirada para compartir' fue el título elegido para esa charla, un lema cuyas tres palabras fueron la columna vertebral de su discurso: el coleccionismo antes como afición intelectual que como 'profesión', con ese plus de entrega que significa hacer las cosas más de corazón que de oficio; la mirada como forma de abarcar el mundo que se nos ofrece y no perder la oportunidad de conocerlo y disfrutarlo; y el compartir como apuesta por la generosidad para que lo propio pueda ser un poco de todos.
Partiendo de ese convencimiento de que coleccionar no es guardar celosa o egoístamente algo, sino «tener para compartir», Pablo Casillas comenzó su discurso explicando los orígenes de esa afición «nacida en el ámbito de la pintura y traspasada luego también a los libros», en principio quizás «inesperada» pero que, en realidad, «se corresponde con la personalidad que se ha conformado con nuestros seres queridos».
Abordando esa riqueza de piezas singulares desde «el ámbito intelectual, el sentimental y el social, en el sentido de que la gente pueda conocer a través de nuestra mirada joyas singulares», tuvo que hacer Pablo Casillas el esfuerzo de seleccionar unos pocos títulos de entre los muchos que podría haber hablado, comenzando con «el primer libro facsimilar que pasó a formar parte de nuestra colección», el Libro de los medicamentos simples, un joya bibliográfica del siglo XV que cuenta con magníficas ilustraciones miniadas.
Cupieron también en esa selección de libros que bien merecen salvados de cualquier quema real y metafórica, todos ellos «llenos de vivencias y sentimientos», el Beato de Liébana, conocido como Códice de Gerona (copiado por los monjes amanuenses del Monasterio que le da nombre, se atribuye la iluminación a una mujer, una monja ), el Primer Lapidario (un estudio sobre las propiedades de las piedras que relaciona los minerales con la astrología y los signos del zodíaco que fue la primera obra de naturaleza científica traducida al castellano a instancias de Alfonso X el Sabio), el Libro de los Muertos-Papiro de ANI (el célebre documento perteneciente a la XIX Dinastía del antiguo Egipto, 1250 a.C.), Grandes Horas de Rohan (una de las obras de miniatura religiosa más importantes que existen), el Tacuinum Sanitatis (tablas de salud con remedios básicos del siglo XVI), los Códices matritenses (con obras autógrafas de Leonardo da Vinci) y, para cerrar pisando el presente, la obra El viento en el zaguán, un libro de coleccionista cien por cien abulense que tiene como autores al poeta José María Muñoz Quirós y al artista Ángel Sardina.