ERC se niega a convertirse en segundo plato. Tras haber sido decisiva en la pasada legislatura y apuntarse logros como los indultos o la derogación de la sedición, Esquerra se enfrenta ahora a una paradoja: sus diputados en el Congreso siguen siendo básicos para la investidura de Pedro Sánchez, pero corren el riesgo de quedar apartados del foco de la negociación por su principal rival independentista, JxCat, y Carles Puigdemont.
Estas son las claves del papel de Esquerra para el regreso de Sánchez a la Moncloa. Una situación ante la que los republicanos advierten a los socialistas de que sus votos no deben darse por descontados y reivindican el camino abierto con su apuesta por el diálogo en los últimos años, que podría permitir ahora una amnistía que también reclama el expresident Carles Puigdemont en nombre de Junts.
De Calàbria a Waterloo
Los comicios de noviembre de 2019 dieron a ERC la victoria en Cataluña con 13 diputados y 870.000 votos. Erigida como la principal formación independentista catalana del Congreso y el partido autonómico con mayor peso, las decisiones que se tomaban en el cuartel general republicano, en la calle Calàbria de Barcelona, fueron esenciales para el éxito de muchas iniciativas del Gobierno de coalición.
Pero si las municipales del 28-M ya fueron un aviso para Esquerra, con una caída de 300.000 votos, las generales del 23-J constataron el desplome, con 400.000 papeletas menos y solo siete diputados, los mismos que JxCat. Las miradas dejaron de centrarse en Oriol Junqueras y Rufián... y se dirigieron (siguen haciéndolo) hacia Waterloo.
"Siete valen igual que siete"
Desde esa noche, los republicanos recalcan que nadie debe dar por hecho su sí a Sánchez. La cúpula del partido se esfuerza en dejar claro que el PSOE cometerá un error si «da por descontado» su apoyo, como ha recordado repetidamente la portavoz del partido, Marta Vilalta. Sus condiciones pasan por la amnistía, avanzar en la autodeterminación, el traspaso de Cercanías y poner fin al déficit fiscal.
Un aviso que recalca una voz de peso en la dirección: «Siete diputados valen igual que siete», señala en alusión a los escaños en el Congreso con los que cuentan tanto ERC como JxCat.
En busca del protagonismo perdido
Mientras desde la sede de Calàbria recetan «discreción» en esas negociaciones, Puigdemont ha acaparado casi toda la atención en últimas semanas, situándose en el epicentro político, con el apoyo in extremis de Junts para la Mesa del Congreso, su reunión pública en Bruselas con Yolanda Díaz o su mediática comparecencia para marcar las «condiciones previas» de JxCat para la investidura.
Aunque ERC recalca que no hay preocupación por una posible pérdida de foco («No estamos aquí para tener protagonismo, sino para hacer que las cosas pasen»), los esfuerzos por no quedar eclipsados y en un segundo plano han ido en aumento en últimos días; muestra de ello ha sido la reforma para el uso de lenguas cooficiales en el Congreso, reivindicada y capitaneada por Esquerra.
Fuentes del partido admiten, aun así, la capacidad de Puigdemont para imponer su relato en algunas cuestiones: si bien celebran su reunión con la líder de Sumar, recuerdan por ejemplo que Pablo Iglesias se reunió en la cárcel con Oriol Junqueras en 2018 o que el ministro de Exteriores ya pidió en 2022 la oficialidad del catalán en Europa tras acordarlo en la mesa de diálogo con el Govern que preside Pere Aragonès.
Incluso ironizan sobre el hecho de que Puigdemont incluyera en su discurso del martes «frases literales o muy similares» a las de la hoja de ruta republicana, algo que también sugirió Joan Tardà: «Puigdemont ha reproducido literalmente el discurso de ERC. Para llegar a eso no hacía falta tanta actitud barriobajera».
Reivindicar la vía de la negociación
Pese a las buenas palabras y las manos tendidas, en las filas de ERC se expande el malestar hacia Junts por el hecho de que se erija de repente en hábil negociador con Madrid, tras haberse pasado años torpedeando la mesa de diálogo con la Moncloa y despreciando la estrategia republicana de apoyar a Sánchez «a cambio de nada».
Los republicanos tratan, pues, de evidenciar que ellos fueron los primeros en apostar por la vía de la negociación. «Es muy buena noticia que Junts, tras cuatro años poniendo palos en las ruedas a avances como los indultos o la eliminación de la sedición, ahora se sumen a esa vía», advierte Vilalta. «Bienvenidos a la política ñorda y traidora de ERC», apuntaba con más sarcasmo Tardà.
El mensaje que ERC busca que cale entre la ciudadanía es que, sin su esfuerzo «en solitario» en estos últimos años y su camino desbrozado en el marco de la mesa de diálogo, ahora sería impensable, por ejemplo, una ley de amnistía.
¿Y Pere Aragonès?
En este contexto, el presidente catalán se siente reforzado en su apuesta decidida por la negociación y el diálogo, como él mismo apuntaba esta semana, cuando ofreció a Puigdemont «coordinación» no solo para sumar fuerzas, sino para «multiplicar sus efectos».
La investidura de Pedro Sánchez está conectada intrínsecamente al futuro de la legislatura catalana: si fracasa, pondría en jaque la estrategia de ERC y abocaría a los republicanos a nuevas elecciones tras los dos mazazos anteriores; si prospera, serviría para rehacer relaciones con Junts y reforzaría su colaboración con socialistas y comunes, pero también podría abrir un debate incómodo sobre quién debería ser el próximo candidato de ERC a la Generalitat en caso de que Junqueras se viera beneficiado por una eventual amnistía.
Desde la plaza Sant Jaume, hay optimismo. Se considera que Puigdemont ha pasado del no frontal a la negociación a estar abierto a ella con condiciones «coincidentes» con las de Esquerra, algo que resume un alto dirigente del Govern de este modo: «Junts está recorriendo el mismo camino que hicimos nosotros hace cuatro años. Bienvenidos». Nótese la ironía.