Aisha bint Muhammad ibn al-Ahmar, Aixa la honrada, madre de Boabdil y muñidora del poder granadino, fue, según la leyenda, quien amonestó a su hijo por no saber defender el trono de Granada. La historia se repite casi siempre como el bolero de Ravel. No es momento de pesimismos ni llantos, y menos en época de vocingleros y mentirosos. Como dijo Lou Marinoff: Más Platón o lo que es lo mismo, ética, y menos Prozac para huir de problemas.
Frente a quienes rodean Europa y fomentan los conflictos en el resto del mundo, fortaleza, y contra quienes pretenden destruir una tierra democrática, de acogida y bastión de valores universales, integridad. Sí, algunos gusanos intentan pudrir la democracia y trastocar los valores fundacionales de la Unión, no es tiempo de llantos sino de fuerza y resistencia. Francia sucumbe a Mélenchon y Le Pen. Scholz, Alemania, pendiente del febrero electoral. La Unión Europea, bandera de derechos universales y enclave de democracias liberales, es un dolor de cabeza para fanáticos, nostálgicos de viejos imperios que odian nuestra forma de vida.
El sátrapa de la ex KGB, de mollera retorcida, masacra Ucrania; ahora pretende Georgia, los georgianos llevan diez días de luchas. El pueblo rumano ha dicho ¡no!, a mandatarios prorrusos. El terror de Putin a la democracia está en el origen de los conflictos, no puede consentir el contagio de Rusia. Mis amigos hispano-rusos, José Luis y Olga, ruegan que no olvidemos a esos pueblos que luchan por salir de la vieja órbita soviética.
Orbán y Lukashenko, monaguillos del sátrapa, copian el modo rudo y bastardo putiniano. Ostentan las presidencias de sus países, Orbán, además, la de la Unión Europea, y no duda en emprenderla a coces con ella. Bailan al son que les tocan y ambos, gusanos de mente raquítica, tratan de horadar la manzana democrática, secundados por los gusanos pudridores de la ultraderecha. Los métodos y objetivos difieren poco de los usados por añorantes del fascismo y apandadores de la política. Los hemos visto manifestarse impunemente por las calles de Madrid y Roma. Debieran leer a Scurati, ¿lo entenderían?
Biden deja a su sucesor un legado envenenado al dar aire a Zelenski. Putin tardó en contestar veinticuatro horas, un misil balístico intercontinental fue el regalo para los ucranianos. ¿Un aviso a Europa, que no tiene refugios ni capacidad de respuesta? Los europeos no pueden llamar a Houston, al gendarme Trump, ahora comunica, y observa a Corea y Taiwán; China, vigila. Trump ya no ayudaría a Europa, incluso alentaba a Putin a hacer lo que quisiera. Las fronteras de Europa con Rusia tienen 5.000 kilómetros. Prudencia y cordura, pero no cobardía.
La ultraderecha pudridora llama comunistas a los demás, lo ha hecho en EE. UU., y aquí lo repiten papagayos patrios. Patético si no fuera porque penetra en el caletre de indocumentados, defensores de la violencia verbal y física. La escalada ultra provoca más que vértigo una profunda acrofobia política y anímica, no hay fondo. El Senado español acogió un populismo rampante con una exhibición internacional de integristas que resucitan el creacionismo. Esa sede solo debiera acoger a personas graves y respetables. La inacción de demócratas y buenistas ante fanáticos, sectarios e involucionistas provoca alarma. Las palabras son balas, y si se pronuncian en la sede de la soberanía nacional, abyectas. El Senado parece un circo. Vergonzoso.
Ultras y sátrapas actúan con absoluta impunidad, unos escudándose en una moral rancia y trasnochada y otros expulsando a quienes les molestan. Extraños movimientos sacuden el planeta. ¿Hacia dónde irá la gente que huye de la miseria, hambrunas, guerras, persecuciones, del populismo y de la idiotez? Los pocos que llegan a las playas de la civilización despiertan nuestros demonios interiores.
La Meloni los expulsa, y la ley los retorna; Trump construye vallas, y los huidos hacen túneles; Putin y Netanyahu directamente bombardean. Se asesinaron movimientos esperanzadores como la primavera árabe. En la África, plagada de dictadores, rusos y chinos hacen su agosto vendiendo ayudas que no son más que falacias. En Iberoamérica los venezolanos huyen a Brasil. Ninguna parte del mundo escapa a las migraciones, ni a la estupidez. Ante tanta locura: Templanza.
En España, el vaivén migratorio exhibe actitudes paradójicas e incongruentes. La patronal de la construcción, nada sospechosa de izquierdista, lagrimea con un informe de octubre; necesitan 700.000 trabajadores para sumar a los que ya hay para culminar los proyectos de viviendas previstos; simultáneamente una ultraderecha soez, criminaliza, machaca y arrastra a la derecha. ¿Más migrantes? Pues sí; y ¡menos mal!
El 13,5 % de los trabajadores afiliados a la seguridad social son extranjeros. ¿Qué sería del turismo, el 13 % del PIB, sin el medio millón de foráneos, cifras oficiales, que están en el mundo de la hostelería? ¿Y nuestros mayores?, el 90 % de quienes cuidan a nuestros ancianos son inmigrantes. Los que critican llegarán o no a viejos, ¿su situación económica les permitirá eludir la mano de obra que ahora maldicen? El 20 % de la población supera ya los 65 años en nuestro país, a algunos no les importaría arrojar a sus padres a los cocodrilos de la miseria, pero la solidaridad es más grande que esos ruines.
¿El Estado de bienestar puede financiar lo que se avecina? ¿Menos impuestos y más miseria? ¿Más impuestos y más grandeza? Traigo de nuevo a Étienne Cabet o Louis Blanc: cada cual, según sus posibilidades, y a cada uno según sus necesidades. Pero ¡ay, amigo!, ¿estamos dispuestos? Hay personajes a los que molesta pagar impuestos, les molestan los migrantes, les molestamos los demócratas, les molesta usted y un servidor también. Frente a estos, menos lloros y más solidaridad; ¡ah!, y ante su locura, las virtudes cardinales de Platón, recuperadas después por algunas creencias religiosas: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.