Pilar Iglesias

Pilar y sus cosas

Pilar Iglesias


Huir. Dudas. Y elección

29/04/2024

Justo ahora que iba a empezar mi charla contigo se me ha acabado el café y necesito esa taza caliente, con mensaje, esta vez «a vivir que son sandías» para poder charlar en paz. Aprovecho ese par de minutos de ondas para recoger el caos en el que se encuentra la cocina. Nunca está bien. Nada está recogido porque mi casa está viva y yo también. Porque ya pasó el tiempo en el que me dedicaba solo o casi exclusivamente a tener todo en su sitio. Ahora prefiero cerrar la puerta e irme. Y casi pierdo el tren hacia el otro lado del túnel. Aprovecho los tiempos que me doy para escaparme, para ver otras cosas. Para huir, si quieres. Aunque no puedo huir de mí. A veces me gustaría. Me duele la cabeza. Hoy me he levantado sin saber qué día era. Y me ha costado centrarme. He acabado un libro. He hablado con amigos que tenía esperando. Porque el tiempo se me escapa este año. Mucho desorden. Pero con este, no puedo cerrar la puerta e irme. 
Muchas cosas por hacer. Muchas cosas haciéndose. Nada acabado. Pero todo está en la agenda. No puedo dejar las cosas a la arbitrariedad. Ya se verá. No puedo. Ni conmigo ni en tí. Lo intento.
Llevo días pensando hacia donde dirigir nuestro paseo. Y ya solo me queda una calle. No quiero aún llevarte por ahí. Pueden suceder dos cosas. Que compartas mi admiración por esa callejuela o que te sea indiferente. Sabiendo que tú no eres yo, no podría comprender que no te ilusionara. Desde el respeto. Como ver La tumba de las luciérnagas y que me dijeras que es una peli de dibujitos. Tres horas y media de reloj estuve llorando. Solo la he visto una vez. Y no volveré a verla. No podré volver a verte igual porque no compartimos ese suelo. Y está bien. Pero quiero, quizá necesito, que tengamos la misma pasión. Aunque como siempre me dicen «soy imposible» «contigo no se puede» «eres demasiado...» inserte cualquier adjetivo que, a priori, pueda parecer adulador pero que, a posteriori, son agujas finas clavándose en el corazón. 
No veas en mis palabras tristeza. Ni arrepentimiento. Y no, no soy así porque el mundo me haya hecho así. Soy así. Y me encanta. No me justifico, no explico y no espero. Y si te invito a tomar un café es porque me gusta estar contigo. No lo necesito. Lo elijo.
Igual que hoy elijo no explicarte por dónde estamos yendo. Una calle estrecha, en el punto más alto de la ciudad, mirando hacia arriba hay algo que falta, algo que nunca se acabará, como yo. Una calle de duelo, empieza y acaba en plazas diferentes, muy transitadas por todos. Un atajo que me hace ir más lenta. Porque siempre paro a mirar el medallón. Y la calavera. Y las espadas. E imagino cómo pudo ser aquello. Y esa Dama, en medio de una disputa que nunca quiso. Una elección que tomar. Y todo del revés. 
Nuestras calles están llenas de historias. De leyendas. De sueños. Mil cosas por hacer. Mil cosas por contar. Mil cosas por vivir. 
Empieza Mayo. Sin sol. Sin calor. Pero tú y yo nos vemos dentro de poco en mi calle favorita.