Gerardo L. Martín González

El cimorro

Gerardo L. Martín González


El valor de la palabra

28/05/2024

Dice san Juan, al principio de su evangelio: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. En mi inseparable diccionario, encuentro el siguiente sinónimo: verbo = palabra, y en mi elemental simplismo igualo verbo con palabra y con Dios. ¿podría haber un mayor significado y valoración de la palabra? Con la palabra, nos manifestamos y nos relacionamos; todo lo manifestamos con palabras, acciones y omisiones, con ella amamos y odiamos, rezamos y manifestamos nuestro ateísmo, aceptamos y negamos, nombramos y definimos todas las cosas reales e imaginarias, el todo y la nada; hasta la ciencia, sus números y símbolos, les ponemos una palabra.  El ser humano se diferencia esencialmente de los animales y otros seres vivos, precisamente por la palabra.

Después de este preámbulo solemne, y sin entrar en todos los estudios que han hecho los lingüistas sobre la palabra, nos ponemos serios y hablamos de las cosas corrientes. La palabra tiene un valor moral, que no necesita mas que ser creída, aceptada y valorada. Recordemos aquellos tiempos en que el cierre de un contrato, compra o venta, se cerraba con un apretón de manos, y la palabra tenia un gran valor, valor de ley. Hoy no es así, y hacen falta testigos, notarios, alguien que ratifique nuestra palabra, para que sea legal. Nadie se fía de una simple palabra. Ejemplo lo tenemos en los políticos, que hoy dicen una cosa y mañana la contraria ¿Quién se puede fiar de la palabra de un político?  Dicen que hay una justificación, que los cambios son adaptaciones a lo que ocurre o pasa en cada momento, y se cambia el discurso; que rectificar, es de sabios, que eso es hacer política. Da igual que la palabra sea de forma oral o escrita, como son los programas electorales, y que tal vez, por eso, porque te lo crees, puede darse un voto a quien hace esas declaraciones. ¿y de que ha servido si después no se cumple? Nada, porque así está estructurada nuestra democracia, y la política. Todo por la paz, y que se peguen entre si las palabras., o como mucho, en las manifestaciones violentas.

Una palabra suelta, que quiere decir algo, el que la dice entiende la mitad, y la otra mitad la entiende quien la escucha. Si digo casa ¿Qué casa entendería usted? ¿igual que yo, u otra distinta? Y así todas las palabras: Dios, amor, guerra, paz, alimento, todas las que existen o existirán ¿el que la dice y el que escucha, han entendido lo mismo? Sin embargo, la palabra se hizo para entendernos, y también para confundirnos, pero ¡gracias Señor! sirve para comunicarnos, para relacionarnos. La poesía es el no va más de la unión de palabras, dotándolas además de belleza, de un hondo calado que penetra por los sentidos y llega al corazón. Jugar con las palabras es un arte que no todo el mundo tiene. Siendo estudiante, me divertían lo silogismos, una manera de razonar, donde a partir de unas premisas, que damos como ciertas, llegamos a una deducción lógica. Todo un juego de palabras. Por ejemplo: 1.- Quien habla mucho, miente mucho. 2.- Sánchez habla mucho. Deducción: Sánchez es un mentiroso. Las había mas divertidas. 1.- Los hombres descienden de los monos. 2.- Los monos descienden de los árboles. Deducción: los hombres, descienden de los árboles. La última. 1.- La política actual es una mierda (con perdón). 2.- La mierda huele mal. Deducción: La política actual huele mal.

No se enfaden señores políticos. Esto es un divertimento, son palabras. El día que den valor a sus palabras, creeré en la política. La buena (¿)