Luis del Val

LA COLUMNA

Luis del Val

Periodista y escritor


La sociedad endeble

27/08/2024

Se ha abierto la veda de la blandenguería, y ya estamos inmersos en el debate ridículo sobre la depresión posvacacional. Me imagino que los enfermos auténticos de depresión, cada vez que escuchen o lean algo sobre la ¿depresión? posvacacional se deprimirán todavía más, y se preguntarán si merece la pena seguir viviendo dentro de una tribu, donde personas que tienen un trabajo, y se pueden ir de vacaciones, necesiten de asistencia psicológica para superarlo. ¿Qué haremos entonces con el parado de larga duración, que no encuentra empleo, y se siente marginado y despreciado? ¿Directamente a la UCI? ¿Y cuándo te abandona tu mujer o tu esposo, y se destroza la familia? ¿Qué hacemos? ¿Una intervención quirúrgica en el cerebro?

Vivir es reír y llorar, disfrutar y sufrir. En la montaña rusa de la vida celebras el amor, y te alboroza, de la misma manera que sufres cuando el amor se ha terminado. Y te alegras ante la llegada de un hijo, y te llenas de dolor cuando, como hijo, tienes que enterrar a tus padres.

En Ucrania parece que no hay depresión posvacacional, porque no tienen vacaciones. No es algo ajeno. Es algo que nos afecta hoy, y puede llevarnos, a corto o medio plazo, también a una guerra. ¿Qué depresión nos entrará entonces? ¿La depresión bélica? A mi padre, cuando cumplió 21 años, le pusieron un fusil en las manos, y lo mandaron a una guerra, donde se mataban vecinos contra vecinos y hermanos contra hermanos. Salió vivo, y se enfrentó a la pobreza de la posguerra, donde escaseaba hasta el mendrugo de pan. Y tuvo el coraje de engendrarme, y conocí los coletazos de la escasez, y observo que, ahora, con más prosperidad, hay una generación que prefiere tener un perro a tener un hijo. Y, encima, necesita asistencia psíquica, cuando viene de vacaciones.

Me consta que es un error la comparación generacional, y que si cuento que no vi el mar hasta que no cumplí los 15 años, gracias a un campamento, pareceré el abuelo Cebolleta, contando historias que no interesan a nadie.

Pero, aviso, las sociedades blandengues y flojas, timoratas y pusilánimes, son las más fáciles de manipular, y su falta de coraje y cobardía servirán de atracción para cualquier listillo, con una punta de cinismo y un totalitarismo a punto de florecer.

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