El cuarteto de la muerte de la Sanidad Pública está formado por la mentirosa ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que nos va a colocar a la cabeza de Europa en presión fiscal; la ministra de Sanidad, Mónica García, que piensa que encargar el lavado de la ropa de un hospital a una empresa es "privatizar la sanidad"; la comunista sectaria, Yolanda Díaz, que tiene una visión de la sociedad capitalista, en la que los ricos, lo primero que hacen es comprarse un yate, y ya, enseguida, hacerse un seguro de medicina privado; y el jefe de la banda, Pedro I, El Mentiroso, que quiere que le aprueben los presupuestos, aunque sea a costa de preparar los funerales de la Sanidad Pública.
Según la comunista sectaria, Yolanda Díaz -convencida de que un empresario es un peligroso capitalista, que gana dinero explotando obreros- y la ministra de Sanidad -a la que el término "privado" le suena a una anomalía que debe desaparecer- unidas en terceto con la recaudadora mayor del reino, la mentirosa ministra de Hacienda, tienen acordado un plan para subir los seguros médicos privados, y que el Estado pase a hacerse cargo de los gastos farmacéuticos de doce millones y medio de españoles, que nos pagamos las recetas de nuestro bolsillo. Si logran el objetivo, y millones de asegurados en la privada se pasan a la pública, vamos a pasar a la cabeza de Europa, no solo en presión fiscal, sino en fallecidos, esperando un diagnóstico. Porque si, ahora mismo, entre Muface y los que tendrán que renunciar al seguro médico privado, dos o tres millones de ciudadanos se pasan, de repente, a la Sanidad Pública, las recién casadas ya pueden solicitar una mamografía, antes de que celebren las bodas de plata de su matrimonio.
Sí, lo sé, es una exageración, una hipérbole, pero las exageraciones del cuarteto de la muerte no tienen ironía, sino un potencial enorme para jodernos la vida. La vida. Eso que transcurre entre gobiernos de tontos de derechas, y gobiernos de tontos de izquierdas, mientras el "triste agravio de los calendarios", que decía el gran Manuel Alcántara, nos obliga a acudir más a menudo al médico, esa otra víctima, agobiado por un exceso de pacientes, que contrasta con la escasez de su sueldo.
¡Oh, César Progresista! ¡Los que vamos a morir en la lista de espera, te saludamos!