Cuando Diana, Paola y María terminaron sus grados universitarios en Biología, Farmacia Veterinaria y Educación Infantil, respectivamente, decidieron que su futuro profesional pasaba por regresar a las aulas, pero esta vez para hacer un ciclo de FP de la rama agraria. Estamos acostumbrados a que los estudiantes realicen el camino inverso, que terminen FP y decidan completar su formación en la universidad, pero no que ocurra al revés, y precisamente para apostar por profesiones ligadas al sector agroalimentario y el mundo rural. En los ocho centros de formación profesional integrados en la Consejería de Agricultura han estudio este año 643 alumnos, 29 más que el curso anterior. Y ahora que se abre el plazo de matrícula aspiran a seguir creciendo con el lema 'queremos campo'.
Aumentan los alumnos y se mantiene por encima de 500 el número de expedientes anuales de modernización de explotaciones de jóvenes agricultores. Cuando tanto se habla de relevo generacional en un sector ciertamente envejecido (el 70% de los agricultores tiene más de 55 años), parece que los jóvenes comprueban que el sector tiene un futuro preparado para ellos. Aunque no todo brilla igual. Las facultades de Ingeniería Agraria siguen con una baja demanda pese a que las empresas llaman con insistencia a su puerta. Lo que seguimos esperando es la conferencia sectorial monográfica dedicada a los jóvenes agricultores y ganaderos anunciada por el Ministerio de Agricultura para este mes de junio. Confiemos en que innovación, investigación y formación sean tres buenos pilares para construir el futuro de las nuevas generaciones que se dedicarán al campo.
Diana, Paola y María son tres de los diez estudiantes reconocidos con los primeros Premios a la Excelencia de FP Agraria. Su vinculación al campo llega tras hacer la trashumancia con su tío, por su pasión por los animales o por compartir tardes de campo junto a su padre. Savia nueva, formada, para el medio rural. Ellas junto a sus compañeros tienen la inmensa tarea de enriquecer la vida de los pueblos. Algo que repercutirá en las ciudades, aunque solo sea porque así seguirán llegando los alimentos. Casi nada.