Las noticias recientes provocan amargura. La mediocridad de la mayoría de los políticos con mando en plaza nos coloca en la cola de casi todo lo malo, y andamos sobrados de demagogia y de sectarismo.
Un informe del Estudio Internacional de Tendencias en Matemáticas y Ciencias coloca a España muy por debajo de la media de la UE y la OCDE, cuando en estos tiempos se trata de dos materias indispensables para labrarse un futuro. A ese pésimo dato en materia educativo se puede añadir uno muy hiriente en estas fechas: una manifestación en Valencia para denunciar que a un mes de la catástrofe de la Dana, la casi totalidad de los colegios se encuentran todavía cerrados, con lo que eso supone, no solo educativamente, sino social e incluso psicológicamente, para los miles de niños afectados.
Otro informe, del Consejo General de Economistas, recoge que ha bajado sensiblemente la productividad en España en referencia a los otros miembros de la UE, y solo la mantienen País Vasco, Navarra y Madrid. Los políticos, en lugar de dedicarse a lo que de verdad importa, andan a la greña cruzándose amenazas y chantajes. Por no mencionar el daño que hace un gobierno que, en su intento de desmentir los casos de corrupción que les rodea, intentan desacreditar a los jueces y a los medios de comunicación que recogen datos difíciles de desmentir porque existen pruebas irrefutables.
El PP apenas cuenta con voces que se desenvuelvan con inteligencia en esas aguas turbulentas, mientras Vox sigue empecinado en poner el foco de todos los problemas en la política de inmigración. Que es manifiestamente mejorable, pero Abascal no es capaz de aceptar que la mayoría de los inmigrantes son respetables. Y además los necesitamos porque andamos faltos de mano de obra para determinados trabajos.
Acaba de entrar en vigor una norma que obliga a facilitar medio centenar de datos personales antes de registrarse en un hotel, un apartamento o alquilar un coche.
No cabe la excusa de que procede de la UE, porque la propia UE se ha posicionado en contra, y sus medios de comunicación denuncian que España ha implantado un "gran hermano" para controlar a los turistas. Siendo el turismo nuestra principal fuente de ingresos, es fácil llegar a la conclusión de que este gobierno piensa con los pies.
La excusa de la seguridad no es creíble. Ni siquiera cuando España era víctima del terrorismo de ETA y del islamismo radical, se tomaron medidas tan exhaustivas. Nombre, dirección, trabajo, números de cuenta corriente y teléfono, relación entre quienes se alojan en un mismo apartamento o habitación… En tiempos de Franco se exigía el libro de familia a las parejas, y aunque ahora no es exactamente igual porque no se aplica solo a parejas, se parece a esa época en la faltada libertad y se vigilaba a los ciudadanos.
España no va bien. Se acumulan los problemas y no hay dirigentes con la energía, la experiencia y el patriotismo necesario para afrontarlos … y resolverlos.