Mientras Puigdemont, en Waterloo, le ponía condiciones y 'suspendía' las negociaciones con el PSOE, sea lo que sea lo que ello quiera decir, Pedro Sánchez sacaba pecho ante su militancia y prometía "volver a ganar a la internacional ultraderechista en 2027, como hicimos en 2023". Ya no se trata solamente de vencer en las urnas al Partido Popular, al que también se ha calificado alguna vez de 'ultraderecha' por pactar con Vox, sino, ahora, de vencer a quienes "podrán tener al hombre más rico del planeta, podrán tener algoritmos amañados para propagar desinformación y odio, pero no tienen democracia". No es pequeña cosa ese mensaje cuando quienes 'tienen' a ese 'hombre más rico del mundo', y esos algoritmos contra los que Sánchez se ha erigido en campeón, toman posesión del puesto más poderoso del planeta dentro de pocas horas. ¿Va a ser esta, la de la confrontación con lo que Washington representa ahora, la tónica de la pre-pre campaña electoral del presidente del Gobierno español, una vez que se le haya agotado Franco como 'punching ball'?
Aseguran que Sánchez, volcado este fin de semana en los congresos regionales del PSOE que le prepara Santos Cerdán, no parece demasiado afectado por las amenazas de Puigdemont, que, al menos, ya no parece exigirle una visita 'cara a cara' al dorado "exilio" del ex president de la Generalitat, sino que ahora reclama algún tipo difuso de 'cumbre' con el PSOE en Suiza. Desempolvando, por cierto, la figura del 'mediador internacional', el salvadoreño Francisco Galindo Vélez, que sale así del ostracismo y regresa al pasado. Y, por lo que se ve, tampoco parece amilanado ante la ignorancia que el nuevo poder de Trump hace de su persona y, por cierto, de España, el presidente de Vox, Abascal, excluido, porque él sí ha sido invitado a la toma de posesión del (interior, por el frío) Capitolio, junto a otras figuras también de la ultraderecha, como el argentino Milei, tampoco muy amigo de Sánchez, que digamos.
Dicen que el presidente del Gobierno español es hombre preocupado por el rastro que dejará en los libros de Historia, más que por el que vaya diseminando en las crónicas periodísticas, a las que aseguran, contra otras evidencias, que desprecia. Si tal preocupación es genuina, comprobaremos que Sánchez se erige en una especie de San Jorge venciendo al dragón ultraderechista que atemoriza al mundo mundial: tal sería la imagen con la que trata de pasar a la posteridad. Y eso, cuando todos los aliados europeos procuran contener la respiración para no irritar demasiado a ese dragón, que realmente causa justificado espanto en las poblaciones (o en parte de ellas) y en sus dirigentes. Ya he dicho en alguna ocasión que tengo para mí que los próximos rayos del imprudente dueño de Tesla y de Space X podrían fácilmente ir destinados, junto con alguna represalia económica, al 'socialdemócrata Sánchez', como antes fueron contra otros dirigentes del socialismo europeo.
No estoy, por el contrario, muy seguro de que Sánchez, que equipara las elecciones de 2027 (si llega a ellas, que yo sigo sin creerlo) con su lucha contra la 'internacional ultra', tenga las fuerzas y los apoyos para salir con bien, e indemne, de las muchas trampas para oso en las que está inmerso. Sí estoy seguro, en cambio, de que, antes de que con Elon Musk, se las tendrá que ver con algunos jueces que dirimen causas como la del fiscal general. Y, claro, con un tipo tan correoso como Puigdemont, a quien la 'internacional ultraderechista' le importa, creo, un bledo; mucho menos, en todo caso, que horadar el Estado español. Y esa sí debería ser una causa a defender por el aspirante a campeón planetario, que anda, más bien, me parece al menos a mí, en la huida hacia adelante y en los intentos de colonizar, en lo posible, a ese Estado.