Un Gobierno sin Presupuestos es un Gobierno sin dirección. Con la misma indiferencia con la que se repasan las noticias del día, Pedro Sánchez ha asumido que 2025 será otro año sin Presupuestos Generales del Estado (PGE). Lo hace con la misma seguridad con la que, meses atrás, prometía presentarlos «en tiempo y forma», y con la misma displicencia con la que ahora minimiza su ausencia: «Si no se aprueban, se prorrogan», dice, como si fuera un detalle menor y no una pérdida de iniciativa y capacidad de acción política.
Lo cierto es que la prórroga presupuestaria no es solo un recurso técnico sino un síntoma de agotamiento. En los casi siete años de mandato de Pedro Sánchez, solo ha conseguido aprobar tres Presupuestos. Ahora, la fragmentación del bloque de investidura, con las posiciones irreconciliables de partidos como Junts, PNV, ERC o Sumar, hace prácticamente imposible llegar a un acuerdo. Pero la resignación del Gobierno ante este escenario es lo que realmente resulta preocupante: lejos de buscar soluciones, normaliza la inacción y la convierte en costumbre.
El argumento del Ejecutivo, en boca del ministro Félix Bolaños, es que las cuentas prorrogadas son «expansivas, progresistas y están dando frutos». Es una justificación cómoda que esconde una evidencia: las prioridades del país cambian, los retos económicos evolucionan y gobernar implica adaptar los recursos a esas necesidades. En un contexto donde la Unión Europea exige un esfuerzo mayor en inversión en Defensa y el crecimiento económico se enfrenta a incertidumbres, aferrarse a unas cuentas pensadas para otro momento es una renuncia al liderazgo y una demostración de parálisis institucional.
Además, prorrogar las cuentas de 2023 supone mantener unas previsiones económicas que no contemplan los desafíos actuales. No se abordan con precisión los efectos de la inflación persistente, el encarecimiento del acceso a la vivienda o la desaceleración del consumo. Tampoco se ajustan los recursos para nuevas prioridades, como la transición energética o la inversión en innovación, sectores clave para la competitividad del país. Un presupuesto prorrogado es, en definitiva, un corsé para la acción política.
La ausencia de Presupuestos es el reflejo de una coalición sin cohesión, de un Ejecutivo que ha cambiado la negociación por la comodidad de la prórroga. Lo preocupante no es solo que el Gobierno no consiga acuerdos, sino que ya ni siquiera los busque con verdadera convicción. Y esa renuncia, por mucho que se intente maquillar, es una forma de dejar de gobernar. Mientras tanto, España sigue avanzando con unas cuentas desfasadas, que no responden a los desafíos actuales ni a las promesas de un Ejecutivo cada vez más atrapado en su propia falta de rumbo.