El lenguaje, uno de los mayores valores de la humanidad por ser herramienta que nos ha permitido comunicarnos más y mejor y así evolucionar en teoría para bien, además de un placer cuando se tiene la oportunidad de paladearlo en buenas conversaciones, lecturas o letras de canciones, ha conocido en paralelo con esa maduración constante el contraataque de quienes han apostado por pervertirlo y hacer que esa fructificación derivase aposta en podredumbre. Y sospecho que este ataque al sentido real de las palabras está conociendo en los últimos años un matiz de crueldad sin tregua –que intenta que en vez de servir para comunicarnos apueste más por confundirnos– que debería ser para preocuparnos no poco.
Sin entrar en más detalles, que cada cual debe ser un poco responsable de no dejar que ese maravilloso patrimonio común sea fácilmente prostituido por intereses sucios siempre ligados a ganar cotas de poder de cualquier tipo, me venía ayer a la mente la triste corrupción que está sufriendo una palabra como 'sostenible', hasta hace poco apenas usada y hoy inflacionada y manipulada en la mayoría de los casos.
Todo lo que hacemos en este presente del 'bien paecer' encuentra inmediata aprobación si el sustantivo que sea va de la mano del tranquilizador adjetivo 'sostenible'. Una gestión, un proyecto, una industria, una idea..., incluso la basura, un vertido tóxico o las industrias petroleras y armamentísticas, si por pestilentes que sean son calificadas como 'sostenibles' ya parece que tienen puerta franca para hacer lo que quieran. Han aprendido que utilizar el término 'sostenible' para defender algo que les interesa no define, más bien esconde o blanquea, pero el común de los mortales, más preocupados de tener cobertura para el móvil o de que no falte en la tele ninguno de los opios del pueblo (el fútbol ya no tiene el monopolio de serlo), parece que en la creciente irresponsabilidad general no se pregunta por esa mala intencionalidad y prefiere querer creer que si lleva puesta la etiqueta de 'sostenible' pues que p'alante, que pa qué pensar más, aunque sepamos que es mentira y gorda.
Yo, cada día más cansado de luchar en lo grande y en lo pequeño, sobre todo viendo que la razón y el sentido común pierden cada vez más combates por puntos o por K.O. frente a la manipulación (sin necesidad siquiera de que ésta sea sutil, inteligente para mal), para cuando sea mayor me conformo con ser autosostenible, es decir, que me pueda sostener sin necesidad de ayuda en una verticalidad más o menos digna, sin riesgo aparente de darme de narices contra el suelo y sin tener a nadie pendiente de si me hago admirador convicto y confeso de la torre de Pisa. No sé si será mucho pedir.