María Jesús Montero intenta transmitir entusiasmo por haber sido designada para competir en primarias por el liderazgo del PSOE en Andalucía. Pero no cuela.
No hace falta hurgar demasiado en las hemerotecas para comprobar que la vicepresidenta de gobierno y ministra de Hacienda se resistía a esa designación de Moncloa, y que lo que más ansiaba en el mundo es un "virgencita que me quede como estoy". Así que el derroche gesticular con el que intenta transmitir que ansiaba esa oportunidad, no hay quien lo crea.
Esa misma actitud se ha visto en otros candidatos a lo largo de la historia del PSOE y del PP, y queda en el recuerdo de los periodistas de Madrid la frase que dio el ministro de Trabajo cuando le preguntaron si era cierto que su jefe pensaba enviarle candidato a la Junta andaluza. La respuesta fue que tendría que ser conducido por la guardia civil, que no dejaba el gobierno. A los pocos días expresaba su profundísima satisfacción con su nuevo destino. Por lo menos Manuel Chaves, el que tanto se resistía, tenía opciones a ser presidente andaluz. Montero lo tiene crudo.
María Jesús Montero ha aceptado la decisión de Sánchez, lo que le honra. No es aceptable que personas que le deben todo al partido que le ha dado tantas oportunidades, no sean capaces de sacrificarse cuando se le pide que haga la maleta para ocupar un nuevo destino. Sin embargo, cuando es de dominio público que no quería ir ni atada, los gestos de satisfacción desbordante se convierten en patéticos.
Su clac la defiende diciendo que son propios de la gente andaluza, lo que incomoda a gran parte de los andaluces que, siendo cierto que suelen ser extrovertidos y cercanos de trato, en absoluto se sienten representados por Montero cuando cae en el esperpento. Ojalá en el socialismo andaluz haya alguien que le aconseje mesura, porque puede provocar que el llamado "pueblo andaluz" quede caricaturizado en pueblo desaforado en sus expresiones, falto de profundidad y de criterio si se identifica con la imagen que transmite Montero. Cuando los que conocen bien a los andaluces, saben, sabemos, que más allá de su talante abierto y positivo ante la adversidad, son personas cabales, serias, trabajadoras y responsables a las que suelen molestar los falsos estereotipos. Y María Jesús Montero, con su griterío, sus aplausos con los brazos abiertos, sus muecas tan próximas a la ordinariez, no es una candidata que represente lo mejor de Andalucía.
Como quería, continuará siendo vicepresidencia y ministra de Hacienda. Pero que se ande con ojo, porque como titular de Hacienda tendrá que tomar decisiones importantes para la fiscalidad autonómica, y nadie olvida sus palabras a favor de fiscalidad "singular" para las autonomías gobernadas por partidos que apoyan la continuidad de Pedro Sánchez, especialmente la catalana. Fiscalidad singular que perjudica a todas las demás regiones.
Pero esa es otra historia. De momento, al lanzar su candidatura, lo que toca es analizar cómo se presenta María Jesús Montero. Qué imagen transmite de los andaluces.