Álvaro Mateos

El Valtravieso

Álvaro Mateos


Conversaciones en la Catedral: diálogo entre presidentes

07/05/2024

–Buenas noches, Adolfo, presidente, me estoy acordando estos días de ti. 
–¿Y a qué se debe tan alto honor, don Claudio? 
–Nada, que parece que ahora andan con un presidente que decía que a lo mejor dimitía, y anda con la excusa de que los periodistas le critican. Vamos, solo apariencia. Escribió una carta diciendo que se lo pensaba, pero no lo hizo. Recuerdo unos años antes de morir, saliste en las noticias a dar un discurso a dimitir y a dejarlo todo, sin anuncios. 
–Bueno, son diferentes estilos, don Claudio. Lo tenía muy mal en el partido y en el Gobierno, pero no lo dudé. Lo dejé por honor y responsabilidad. Fíjese que este señor anda ahora revolviendo la historia de aquellos años tan difíciles en los que quisimos que la unión y la concordia guiasen nuestros destinos después de lo que habíamos pasado. 
–Ya, algo me ha llegado. Yo estuve media vida fuera de España, sufrí el destierro con dolor y angustia. Con lo que me tocó lidiar con los nacionalismos y la raíz de la historia común desde Castilla, parece que volvemos a las andadas por un intento de golpe en Cataluña, hace unos años. Pero ahora en el Gobierno les dan rienda suelta y los indultan, olvidan y ni siquiera llaman delito a quienes se saltaron la Ley. No lo entiendo, si al fin y al cabo el Estado es autonómico, yo lo defendí desde el inicio ¿por qué hacen eso? 
–Todo muy extraño, don Claudio. En el 78 quedó bien escrito en la Constitución que todos los españoles éramos iguales, con unos derechos y libertades que jamás habíamos soñado. Lo hablábamos en Moncloa con unos vinos y fumando como colachas: Felipe, Manolo y Santiago estaban de acuerdo, pese a que nos costó mucho sentarnos y darnos un abrazo. Pero me dicen que ni Alfonso ni Felipe entienden mucho a este presidente, que ya ha visitado más veces el Valle de los Caídos que cualquiera de los que nos tocó vivir aquella etapa.
–Yo que pensé que lo que nos separaba era la figura del Rey, … ¡qué ingenuo! Y el que entonces era un chaval, el príncipe Felipe, vino a despedirme a la Catedral y a mostrar sus respetos.
–Es una garantía, don Claudio. Ávila del Rey lo sigue siendo de los caballeros y los leales. Son valores que nos preocupamos mucho en defender y plasmarlos negro sobre blanco. Los ponentes de Gredos los entendieron y confío en que la Constitución siga uniendo a los españoles. 
–A mí me llega que no hacen mucho por entenderse, que ni siquiera hablan en castellano en el Congreso, siendo la lengua que nos une a todos. 
–Pues puedo prometer y prometo que todo lo que les inculcamos y les dimos a conocer seguirá siendo la base de su convivencia. La semana pasada vi a una periodista que me entrevistaba, Victoria; y me dijo que dejó todo bien contado para que la Transición les enseñase a respetarse. 
–Ojalá, Adolfo. Ojalá. No me perdonaría que se repitiera lo que nos tocó sufrir. 
–Tranquilo, don Claudio. Se lo dice uno de Cebreros.