Pilar Iglesias

Pilar y sus cosas

Pilar Iglesias


Nuevo. Líquido. Y Oz

26/09/2023

De nuevo aquí. Contigo. Comenzamos un nuevo año. Un nuevo momento. Y aunque todo comienzo siempre es nuevo, este año es más nuevo. Ahora, una nueva época. Época como inicio único, como corte. Momento en el que se puede identificar mi nueva vida. Mi nueva vida vieja. Porque, aunque nuevo, es un camino transitado. Solo que el Espantapájaros, el Hombre de Hojalata y el León Cobarde son otras personas en ese camino familiar. Hasta yo. Aunque yo ya sé que no hay lugar como el hogar, voy a convertir este nuevo Oz en mi hogar. Y no voy a buscar al mago. Voy a hacer magia yo.
Ahora mismo soy como un péndulo de Newton, uno de esos cacharros hipnóticos que solo he visto en las películas, y mi energía va de un lado a otro conectada por vaya usted a saber qué. Está ahí, se traspasa de un lado a otro, y cambia de signo. A veces positiva, a veces negativa. A veces quiero parar, pero enseguida continúo. No soy de las que se da por vencida, aunque ahora me vendría bien coger un vehículo automático, de esos que aún están por inventar, y dejarme llevar hasta mi destino, sin hacer ruido.
En principio, ahora, he entrado en un mundo más estable. Pero, paradójicamente, todo me parece más líquido. Tengo muchísimas dudas que no dudo en preguntar, hasta a quien menos se lo espera. No sé qué casilla marcar, de repente digo A como luego B. Donde estoy es de momento, aunque hay voces que me dicen si podría ser para siempre. Para siempre. Como cuando te unes en santo o civil matrimonio. Aunque este para siempre es de verdad. Claro que puedo renunciar. Pero después de todo, todísimo lo que he pasado, esa opción es incontemplable. Y no solo por mil cosas que podría aducir. Sino solo por una: sé que estoy donde debo y quiero estar. Por una vez en la vida, no solo en mi vida, sino en La vida de la historia de la humanidad, el querer y el deber se unen. Y ya sabes lo difícil que es esa concatenación, que no es astral porque es real, física, buscada, deseada, luchada y conseguida. Y es, además de querer y deber, el mejor de los escenarios posibles que Steven Strange podría ver.
Desde que empezó esta locura intenté no imaginar nada que estuviera más allá de una nota subjetiva. En agosto debería haber estado resuelto. Para mi cumpleaños. Se dilató en el tiempo. Y eso dio cabida a más elucubraciones innecesarias y ya no solo por mi cabeza saltarina, sino por la de gente común en comentarios comunes que no saben hasta qué punto pueden hacerte caer hasta más debajo del último círculo Infernal. Ni Dante pudo imaginar lugar más terrorífico.
Pero se acabó, y todo salió bien. No. Bien no. Muy bien. Echo de menos mi estabilidad inestable anterior, pero como el que echa de menos su vida quinceañera porque la responsabilidad pasaba por llevar los platos al fregadero, ir a clase y aprobar, no meterte en líos y sacar a los perros. Pero en verdad nadie quiere volver a los quince. A los treinta quizá, pero no a los quince. Ahora, ya, por fin, he llegado al palacio de Ciudad Esmeralda y puedo, de verdad, empezar a gobernar mi vida con el cetro y la corona. No quiero salir de Oz. Voy a encontrar la forma de traer a todos aquí, porque el color y la alegría es lo que quiero.
No hay lugar como el hogar. Y el hogar está donde estás.

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