Mariano de la Puente

Percepciones

Mariano de la Puente


Ni ¡so!, ni cabe

28/04/2024

Con permiso de la autoridad, periodística, por supuesto, pretendo dedicar unas líneas a esa "cultura de la cancelación" que elimina desde humildes letras a toda una nación, pasando por la supresión de las cosas necesarias para vivir con cierta dignidad. Esos nacionalismos que pretenden ignorar la realidad, y esos otros que intentan, incluso, borrar la memoria histórica. ¡Ay!, esos justicieros megalómanos y narcisistas, ávidos por dejar su sello, desvían la atención con actuaciones oscuras, palabras vanas y comportamientos abstrusos. 
Pasadas las elecciones en el País Vasco, estamos pendientes de las catalanas. Se avecinan ruidosas. Ahora es recomendable tranquilidad, y si les es posible una lectura relajante. Con su permiso, empiezo titulando con un "¡so!", llamativo y estruendoso, como el que lanzaban los carreteros para detener a las caballerías, hoy nadie grita ¡so!, no hay caballerías, solo coches, ruidos mecánicos y de los otros. Hay que pararse, respirar; a los ciudadanos amables, un ¡alto!, merecen una tregua; a los insultadores y agresivos, aunque no puedan contener su bilis, un ¡so! 
Buscando el sosiego pudiera ocurrirnos como a Pablo de Tarso cuando cayó del caballo y sorprendemos, pues hay cosas que han dejado de ser, de estar, de formar parte de nuestras vidas. ¡Diantre!, "¡so!" ya no es preposición y aparece como adverbio. En el estante de las preposiciones, el libro de las palabras, nuestro Diccionario de la Lengua, la preposición no estaba donde la dejé, la cambiaron de estantería. "Cabe" también ha sido expulsada de su nicho centenario; esto para mí es un desorden mental. Para consuelo añadieron, durante y mediante, largas e insípidas.
Nos resignamos cuando recolocaron en el DRAE la "Ll, Rr y Ch" por dígrafos —no es un insulto— ¿Por qué, si la diferenciación fonética de sus fonemáticas hermanas es clara? ¿Y esa "h", que dicen muda porque no representa sonido alguno? ¿Qué sería de la "c" si la "h" no hablara? ¿Qué sería del dírham sin ese sonido callado, aspirado a veces?: ¿una moneda?, no, solo una palabra mal escrita. ¿Y el hachís?, un simple estornudo ¿Y del azor, un ave rapaz que come choca?, se colocaría por tomar coca.
La cancelación avanza, sin prisa, pero sin pausa. De manera callada los sesudos académicos de la lengua actúan; tendrán sus razones, pero hay razones del corazón que son inexplicables. El robo de aquellas letras me hizo sentir derogado, parcialmente cancelado, como El vizconde demediado de Italo Calvino, partido en dos por una bala de cañón. ¡Ojo!, cuidado también con el periodismo cancelador de ideas.
Escribíamos hace tiempo sobre la cultura de la cancelación; aquellos cuentos de Roald Dahl que la política correcta transformaba para no herir sensibilidades. ¡Qué peligro! ¿Recuerdan el cuento de Hansel y Gretel, aquella madrastra, más bien bruja, que pretendía abandonar a su suerte a los dos niños? Se liberaron y en un descuido la arrojaron al horno. ¡Lean, lean! ¡Pobre bruja y malvados niños! En la nueva versión aquella bruja "murió —dicen— por causas desconocidas".
Y siguen cancelando temas. Recuerdo una divertida discusión hace años, con mi amiga Mari Cruz, maestra. Porfiábamos sobre el mapa regional de antaño y la geografía que estudiábamos ahora configurado como mapa autonómico. Avanzamos en "edad, dignidad y gobierno", pero tanto cambio descoloca las estanterías de la memoria. Confundí demarcaciones de Castilla la Vieja con León; mezclé provincias, en fin, un dislate, y de resultas, perdí una apuesta. No tendría mayor importancia si no fuera porque, al detenerte, adivinas cancelaciones que devienen del capricho por redefinir las cosas para que algún botarate deje su impronta. Isabel II firmó el mapa de división provincial de Javier de Burgos, se dio un capricho el prócer, después al exilio, tropelías monárquicas.
La Constitución del 78 trajo el mapa autonómico. En Castilla y León —antes Castilla la Vieja y León— liquidaron Logroño y Santander, ahora Cantabria y Rioja. Madrid ni tuvo ni tendrá playa ni mar, Castilla lo tuvo, pero el sunami político lo borró. La huerta ubérrima de vides castellanas se vio mermada con la salida de Logroño. Seguimos bañándonos en el cantábrico, bebiendo el riquísimo rioja, pero no parecemos paisanos. El castellano, dialecto romance originario de Castilla, tiene su más antiguo testimonio en La Rioja, antes Logroño ¿Queda huérfano?
Valladolid, León y Burgos impiden a las demás provincias siquiera ser cola de ratón. A trasmano de cualquier lugar parecen olvidadas, canceladas por sus hermanas grandes; amenazadas también por las macrourbes ajenas a la Comunidad, succionadoras y trituradoras de todo lo que esté cerca: recursos, inteligencia y gentes. El centralismo provinciano acabó imitando al del Estado, resultado: ruina política. 
Desde la atalaya abulense no sabemos si quedarnos tras la muralla o huir. Tiempo de leer "Ley Perpetua", llamada Constitución de Ávila de 1520. Recogía el programa de los Comuneros; era la segunda ley más antigua después de la de Inglaterra (1215). ¡Castilla, quién te ha visto y quién te ve! 
Los políticos engrescados por el poder van a lo suyo. Los ciudadanos sufren las consecuencias: olvido y cancelación. ¿Un ejemplo de dejadez?: aquel acelerador lineal para radioterapia, prometido por Juan Herrera en 2007, llegó a Ávila en 2023. Para Soria, prometido en 2025: ¡ja! ¿Y el transporte público, sobre todo el ferroviario? ¿Peajes cleptómanos? ¿La asistencia a mayores? ¿O esos médicos residentes que son aspirados por las provincias de cabecera? Las provincias fueron vaciadas, silenciadas y casi canceladas, desapareciendo del imaginario político, pues no interesan.
Para cancelación execrable la que se pretende contra la memoria histórica con eufemismos como concordia y vaciándola de su verdadero significado. La historia y el pasado son irrenunciables. El filibusterismo político es insaciable. La memoria analógica no es como la digital, no hay martillo que la destruya. Queridos políticos, ¿quieren pasar a los anales?  Sean útiles. Dedíquense a lo realmente necesario.