La provincia de Ávila, como el resto de provincias españolas, disponía hasta hace pocas décadas de una sólida homogeneidad social. Aquí todos nos entendíamos en un mismo idioma, teníamos idénticas fiestas y costumbres, practicábamos la misma religión, nos vestíamos siguiendo análogos parámetros de moda y nadie que estuviera en su sano juicio hacía escrúpulos a viandas tan nuestras como una paella o un cochinillo asado. Resultaba inimaginable encontrarnos en el inmueble que habitábamos a gentes de otro color, de rasgos asiáticos en el rostro o portando un hiyab o una chilaba.
Las cosas han cambiado. En menos de cuarenta años, personas llegadas de China, Rumanía, Bulgaria, Colombia, Ecuador, Venezuela, Marruecos, etc., llenan nuestras calles, van a nuestros supermercados y hospitales, realizan trabajos, nos sorprenden con formas de pensar y de vivir distintas a las que practicábamos y, a veces, hablan entre ellas idiomas que no entendemos. Hemos recibido a esos hombres y mujeres porque los necesitamos. Podemos exigirles que cumplan las leyes vigentes, pero no los podemos obligar a que dejen de ser lo que hasta ahora han sido, o a que piensen de manera distinta a la que siempre pensaron, o a que abandonen su religión y coman lo que jamás han comido. Son diferentes. En ciertos casos, son muy diferentes y así debemos admitirlos, pues han venido para quedarse. Opino, incluso, que sería absurdo dejar que simplemente residan "a nuestro lado", coexistiendo con los que nos consideramos de aquí, pero sin intentar algo más noble como es la "convivencia", es decir, que vivan con nosotros y nosotros con ellos, integrándonos mutuamente hasta donde sea posible.
En épocas pretéritas, Ávila dispuso de barriadas, aljamas, juderías y guetos en los que se institucionalizó la discriminación por etnias o confesiones religiosas. Hoy sería aberrante permitir que se repitiera algo similar, sin buscar la sintonía de unos con otros, sin aprovechar lo bueno que unos y otros podemos darnos y sin tolerar aquello que (cumpliendo siempre con la legalidad, insisto) a unos o a otros nos resulte chocante.
Porque, en definitiva, ¿qué es España? ¿De qué mimbres se han confeccionado Ávila y la totalidad de provincias que conformaban esa homogénea sociedad que conocimos hasta que se inició la actual llegada masiva de inmigrantes? Me permito recordar que "la España de toda la vida" no es en realidad otra cosa que una lenta amalgama de iberos, celtas, romanos, judíos, godos o berberiscos, entre otros. Recuerdo también que, ir contra los dictados de la historia, resulta peligroso y, no acercarnos mentalmente a quienes ya tenemos cerca físicamente, lo único que puede traernos a todos son enconos, enfrentamientos, medievales "complicidades a la española" o sobresaltos terroristas. E imagino que esto es algo que nadie desea.