Fíjense amigos lectores, Uclés es uno de esos sitios que ves a lo lejos y esa silueta acastillada sobre aquella roca te llama la atención, promete tanto que siempre dices, ¡tengo que venir! Pasa el tiempo y al final lo descubres con el hondo pesar de no haberlo hecho antes.
Pasaba yo con una cierta frecuencia, en mis años jóvenes, camino de Valencia y viceversa, pero siempre con las malditas prisas y las limitaciones de mi seiscientos… hasta que, pasado el tiempo, un día hice verdadera intención y claro que lamenté no haberlo hecho antes.
El verdadero motivo fue descubrir en el libro del Castillo de Arévalo, editado en 1988, de la mano del historiador José-Luis Martín ?porque son varios los autores? la mención de unas estancias de los reyes en Arévalo, en 1173-74. En esa cita histórica descubrí lo del Tumbo y decidí que tenía que ir a Uclés, cuanto antes.... y así lo hice.
Según te acercas las imágenes se van haciendo más nítidas, se agigantan en sus dimensiones y su monumentalidad. Castillo, muralla, torre albarrana y monasterio que llaman "el Escorial de la Mancha", sobre una roca que es la atalaya de todo un amplio entorno, lugar estratégico. Entonces descubrí el valor histórico de aquel documento, pero con el valor añadido de que estaba dando en Arévalo en una fecha temprana y eso ponía delante de mí un buen campo de investigación.
Un bellísimo documento y una fascinante historia. Así podríamos resumir, en una frase, la densidad y contenido de un fin de semana inolvidable.
Ya les prometía hace un par de columnas que mi visita a Uclés para sumarme a la celebración sería muy fuerte y deseada. Hay varias circunstancias que lo hacían presentir y no ha defraudado. Porque soy un viejo seguidor de ese precioso documento que era como un icono para ilustrar a los reyes Alfonso VIII y Leonor de Plantegenet y más aún cuando descubrí su origen "Facta carta in Arevalo, tempore quo famossimus rex Illefonsus Navarrorum regem devicit el Pampilonam usque pervenit, sub era MCCXII, Vº idus ianuarii". Es decir, el 9 de enero de 1174.
Precisamente es el rey Alfonso VIII un monarca "muy arevalense" y la entonces villa ya debía ser una villa de una relativa importancia, capaz de acoger unas embajadas tan amplias y del aquel nivel, que en los finales de 1173 hasta después de reyes de 1174 aquí estuvieron. Una de las cosas que despacharon fue esa concesión de Uclés a la recién fundada Orden de Santiago, pero hubo otras más que ya recogeremos en sucesivos escritos.
Una de ellas, se siente en el ambiente de la corte y en toda Castilla la amenaza de los almohades una de esas oleadas integristas que nos llegaban periódicamente de norte de África. El rey nos alerta sobre ello, exhortando al Concejo de Arévalo a rematar las murallas por esa acuciante amenaza.
Este monarca castellano ha pasado a la historia como "el de las Navas…". Poco tiempo después moriría aquí al lado, en la aldea de Gutierre Muñoz, en la noche del 5 al 6 de octubre, cuando se encontraba en camino hacia Plasencia, se sintió mal en Arévalo pero continuó. Unos días después, el 31 de octubre en Burgos también murió la reina Leonor… están juntos en el monasterio de Las Huelgas de Burgos, que ellos mismos fundaron en 1187.