Pilar Iglesias

Pilar y sus cosas

Pilar Iglesias


Frío. Antes. Y un último banco

04/03/2024

Estos días está haciendo mucho frío. Mucho frío comparado con lo acostumbrado en tiempos recientes. No sé si decir que hace buen tiempo o mal tiempo. O que el mal tiempo es buen tiempo. O al mal tiempo buena cara. Sea como fuere, quedan 15 días para la primavera y están cayendo las peores heladas del invierno. Y una nevada estupenda de sábado. Quizá como no ha estado muy presente en nuestra ciudad no quiere que nos olvidemos de él. Y es que el invierno, como el tiempo, es alguien muy serio. En cuanto Perséfone sube del averno para volver con su madre y todo de nuevo vuelve a florecer nos pasa como en la película de Bambi. Ya nada más importa. El sol nos da vida y poder, como al último hijo de Kriptón. 
Y con el frío entrando entre nuestros abrigos bien preparados para tal contingencia, aunque desconocía cuánta cantidad de aire hacía, llevé a mis descendientes a mi último banco favorito de la ciudad. Dispuestos a sentarnos a leer. Cada cual su volumen. Casualmente los tres llevábamos tebeos. Ramma. Capitán. Y Zero. Hacía mucho que no me acercaba por allí. No está céntrico que digamos. Pero para tener las mejores vistas hay que alejarse un poco. De nuevo, esto sirve para el arte y para la vida, que también es un arte. Los más mayores recordaréis conmigo los tiempos de gloria de ese edificio gris y enigmático con planta curva (gracias Juan) cuya construcción no está exenta de polémicas (cuestiones políticas, ya sabes, yo no entro). Estoy buscando información sobre él y poco se ha escrito (yo lo dejo ahí). Eso sí, he hallado un archivo fotográfico del que me encantaría se hiciera una exposición (u otra, si yo me la perdí en su día). Turismo, lanzo idea. 
Tengo mil recuerdos para contarte. El primer corto que grabé y cuando por fin comprendí que el cine se hacía en la sala de montaje, que todo era humo y espejos. Fui un año a aprender inglés. He ido a estudiar a su cafetería (la biblioteca aún no la conozco) mientras mi hermano me contaba lo que más odiaba de las costumbres de los clientes, por eso jamás meto el papel del azucarillo en la taza. Y tuve mi primer amor platónico. No te voy a decir quién eres, Julio. 
No te voy a contar nada de los cursos de verano ni las verbenas ni bailar al son de amistades peligrosas. 
Ahí estaba. El último banco. Tanto mío como de allí. De hierro. Solo que de espaldas a nuestra fortaleza. Ahí he pasado muchas horas. He oído el silencio. He jugado con todos mis perros. He caminado con mis peques dentro y fuera. He conocido a Adela Cortina. He vendido libros. He comprado libros. Y hoy miro hacia allí y me veo en todos los momentos. 
No pudimos sentarnos porque hacía malo. O bueno, según. Hacía mucho frío. Eso sí. Y era inviable. Además, debíamos dar la vuelta al banco, porque mirar hacia el edificio se hace desde otro sitio. Desde aquí miramos hacia allí. Y vemos que aunque todo igual nada es lo mismo.