Pilar Iglesias

Pilar y sus cosas

Pilar Iglesias


Gerundio. La calle. Y el amor.

13/05/2024

Dentro de poco. 15 días que pasan como 15 segundos. Este año está siendo un suspiro. Y no quiero que acabe. 

Ya hay noticias del futuro y los monstruos se han aplazado. Sigo con cajones abiertos que dan miedo pero ya no dan tanto miedo. Pronto los cerraré. Porque la vida obliga. Planes y planificaciones y nunca nada terminado. Como la torre derecha de la Catedral. He paseado, observado y parado mil veces delante de ella, pero no fue hasta que subí al campanario cuando me di cuenta de que jamás estará acabada. Y eso me reconforta. Porque nunca acabo. Siempre soy. Nunca estoy. Quizá esté siendo. Pero no creo que sea definitivo. Hubo un momento en el que eso causaba agobio. Pero cuando me casé con Inmanuel sentí sosiego. Dejaré de ser y mi ser trascenderá. Igual que ahora soy en la transcendencia ajena. Incluso la del propio Kant. Siempre tengo cosas por hacer, cosas que hacer y cosas haciéndose. Gerundio siempre. No creo que llegue el momento en el que esté hecha. 

Cuando acabo un libro, tengo otros esperando. Incluso, ya sabes que soy de varios a la vez. Quizá no esté hecha para la exclusividad. La monogamia es muy exigente. Solo con José Saramago. Porque me atrapa y no me deja. Siempre paira sobre mi cabeza y por eso dejo esa relación para el verano. Todas las demás están tomadas con distancia, aunque me entrego a todas casi por igual. 

Cuando quiero ir desde la biblioteca hasta el otro lado del monumento, no atravieso el arco, ni voy por la calle llena de tiendas iguales a todas las demás ciudades. Atajo, como hicieron hace 5 siglos los abulenses. Pero mi calle favorita, ya te dije, me hace llegar más tarde. No siempre el recorrido más corto es el más rápido. Pero en este caso no tiene que ver con fuerzas centrípetas ni centrífugas. No tiene que ver con ciencia. Solo con mi costumbre de imaginar situaciones, eventos y realidades pasadas. Leyendas dicen algunos. Duelos por amor entre nobles y pintores enamorados del retrato de una bella dama a quien cincela a pinceladas. 

¿Se puede uno enamorar de alguien solo por su retrato? Idealización, dirán algunos. Platonismo, otros anteriores. Cuentos de princesas al más puro estilo Disney en el que un príncipe se enamora de la chica solo por los gorgoritos que entona mientras se lamenta de su cruel existencia. Sin más. Sin saber cómo ni quién ni qué. Yo soy de la opinión de que el enamoramiento, si bien sí puede ser a primera vista, el amor se debe cocinar a fuego lento. Y cuanto más lento el guiso, más jugoso queda. La comida chatarra, la rápida, esa que igual que comes olvidas, no es para mí. Y ahora que ya he conseguido tener una relación sana con la comida, ahora, quizá, pueda emprender una relación sana hacia afuera. 

Sin obligación, sin necesidad, sin presión. Sin tener que tachar de la lista porque ya tengo edad de estar emparejada y los demás miran. 

Las cosas son como tienen que ser. 

Y serán cuando tengan que ser. 

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