Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


El halcón maltés

07/06/2024

Hay que tener mucho cuidado al catalogar colectivos, porque se pierde la riqueza de la singularidad. Gran Bretaña ha sido el paradigma de la innovación y la libertad (salvo que fueras católico), gracias a un pragmatismo en ocasiones inmoral. Su sistema electoral permitía mayorías de gobierno superiores al apoyo popular efectivo. Dicho modelo electoral resulta inasumible en otras latitudes.

Parte de la fuerza de Gran Bretaña ha residido en un respeto a la ley firme y a una administración cercana, ágil y eficiente. Sin embargo, la propia dinámica burocrática ha permitido un creciente centralismo que asfixia la creatividad y fomenta la homogeneidad.

Esta confianza en sus funcionarios explica que tengan un modelo económico más rígido que el francés, ya que han empezado a entrometerse con naturalidad en la esfera privada. La libertad no es un derecho intocable, sino que se ve graduado por el bien público. En este punto, la Administración dictamina la extensión de dicho bien, ya que el individuo no está capacitado para decidir libremente.

Antes de la Segunda Guerra Mundial y con fuerza después, el Estado británico decidió cubrir todas las expectativas presentes de sus ciudadanos. En una democracia, era cuestión de tiempo que la deriva llevase a solventar injusticias, desequilibrios o que se aspirase a construir al nuevo ciudadano. No es justo culpar de todo a Keynes y su apego al gasto público.

Sin entrar en debates filosóficos profundos, nos deberíamos preguntar si es económicamente viable o si me apuran creíble. Estructuralmente, los gobiernos llevan décadas endeudándose al no ser suficiente los ingresos fiscales. El grueso de los impuestos lo pagan personas físicas por su actividad profesional o por el consumo. Las empresas también tienen su parte, pero mejor no les deprimo con el coste de las cotizaciones.

La incógnita es cómo se va a poder financiar el Estado de futuro con una población activa decreciente y una pasiva creciente. Se intuye que la clase política es consciente de que tan solo la reducción del gasto público es efectiva. En algún momento alguien lo detectará y perderá las elecciones por decirlo.

Nunca es bueno que sea la fuerza de los hechos los que hagan política. No descarto que los británicos sean capaces de aceptar las medidas que inexorablemente habrán de llegar; el resto es carne de cañón. Cuando entramos en la esfera privada o priorizamos el Estado sobre el individuo, antes era considerado fascismo. ¿Ahora?