La campaña electoral de los comicios gallegos ya está en marcha. La creciente fragmentación del calendario electoral autonómico hace que en las citas con las urnas en los diferentes territorios convivan asuntos netamente locales con una actualidad nacional especialmente convulsa en lo político. Así, los resultados gallegos se presentan como un termómetro del estado de salud de los diferentes partidos que el día después tratarán de imponer su relato. Todos no pueden salir indemnes. Ni tan siquiera todas las encuestas certifican una nueva mayoría absoluta de los populares en su feudo por excelencia. En unas elecciones contaminadas por la política nacional, con el pulso entre Junts y PSOE por la Ley de Amnistía de por medio, harían bien los candidatos en liza en poner sobre la mesa asuntos que afecten al día a día del elector interpelado.
Son las elecciones más abiertas de los últimos quince años y se resolverán incógnitas más allá de dirimir el partido que gobernará en Galicia. Los primeros comicios autonómicos desde que Pedro Sánchez arrancara la legislatura dirán si la alfombra roja de los socialistas a los líderes del procés, con una ley hecha a su medida que dinamita la convivencia y pone en solfa los pilares del Estado de Derecho, pasa factura al PSOE. Pero, aunque la cita con las urnas pueda contemplarse como un plebiscito a Sánchez y a su última cruzada para perpetuarse en el cargo, los socialistas tienen mucho que ganar y no tanto que perder. Una derrota, a no ser que sea especialmente escandalosa, entra dentro de lo previsible y lo asumible. Parte el PSOE como el tercer partido en intención de voto en los sondeos y no dudará en atribuirse el protagonismo de un posible vuelco electoral si el Bloque Nacionalista Galego de Ana Pontón cumple con su parte.
No cabe duda de que el PP es la formación que más se juega y, por extensión, su actual líder, Núñez Feijóo. Un examen en toda regla al que comparece a través de su sucesor en el cargo y candidato Alfonso Rueda. Todo lo que esté por debajo de la mayoría absoluta es un fracaso.
Con el fiasco de un 23J precedido de unas encuestas triunfalistas para el PP, se impone la prudencia. Pero se repiten errores como el enviar a un emisario al primer debate electoral celebrado ayer al que sí comparecieron los candidatos de BNG y PSOE. Dado que la política nacional va a invadir la campaña, un mal resultado significaría una reprobación de la estrategia de Feijóo. Por contra, el premio puede ser doble: consolidarse como alternativa a Sánchez y, de paso, reforzar su liderazgo dentro de su partido.
También se la juega Sumar de Yolanda Díaz, que comparece en casa y podrá celebrar el apoyo de los suyos o comprobar la dificultad de las formaciones de nuevo cuño para extender sus redes más allá del perímetro del consejo de Ministros en el que se encuentran cómodamente instalados.