Pues parece que sí, que las cuentas le pueden salir y Sánchez será capaz de ser investido gracias a los más de veinte partidos que le prestarán sus votos después de haber perdido las elecciones generales. Con un «cambio de opinión» respecto a nuevos pactos con independentistas y Bildu, entregado en cuerpo y alma a cuestiones que hace unos meses eran innombrables, se abre un precedente que nunca se había dado en términos nacionales.
La semana pasada, según veíamos un telediario, me saltó uno de mis hijos con apenas once años: «O sea, que si me meten en la cárcel y digo que soy independentista, ¿me puedo ir a casa?» No iba muy desencaminado el chaval, lamentablemente. Y es que, una de las principales consecuencias de la venta del alma de Sánchez por el poder a toda costa es esa, la pedagógica: ¿Cómo explicamos esto a los más pequeños? Aparte de los delitos de sedición, rebelión, malversación y corrupción, el perdón a ladrones de guante blanco como el clan de los Pujol, quedaría constatado a cambio de los 7 escaños en liza.
Hace tiempo, no tanto, los políticos tenían palabra. Eran capaces de sentir vergüenza y ruborizarse cuando se les demostraba que habían dicho una cosa y la contraria, pero ahora se ve que no. Todo vale por el poder. «Patxi, dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre», advertía la madre de Joseba Pagaza a un Patxi López que hace tiempo interrogaba a Sánchez y ahora se ha convertido en otro correveidile del inquilino de Moncloa.
Pisotean los derechos constitucionales, se mofan de la igualdad de todos los españoles ante la ley, priorizan unas comunidades ante otras, perdonan deudas multimillonarias, entregan una red de ferrocarril y lo pintan como acuerdos por la mejora de la convivencia entre españoles, cuando lo que al fin y al cabo pretenden es su propia conveniencia.
Además, tienen bien asumido que el que se mueva no sale en la foto. De nada sirven los posicionamientos de Felipe González o Alfonso Guerra,… todos callan y obedecerán al líder. Manuel Arribas o Jesús Caro tendrían una buena ocasión para practicar desde Ávila lo que predica García-Page y nadie pone en práctica; porque los sermones en los medios si luego no se traducen en algo más de no aplaudir al jefe, no sirven para nada.
Por experiencia, después de muchos años en Castilla-La Mancha, veo al aprendiz de Bono sabiendo quedar bien con todos, sin mojarse; siempre al borde de la piscina. Aparenta un papel díscolo, pero termina inclinando la cabeza. Los argumentos se deben concluir con hechos, con votaciones, con salidas del partido o con gestos que nunca llegan.
Todo al servicio de Sánchez: con un Congreso entregado, hasta incluso habilitados los fines de semana, sin fecha para a investidura y con la posibilidad de extender la prórroga hasta el 27 de noviembre, fecha en la que saltan todas las alarmas para una repetición electoral que, a día de hoy, sería la salida verdaderamente democrática. El fin, que no es otro que seguir ejerciendo el poder desde la Moncloa, justifica los medios y así lo están demostrando.