Resulta curioso que Ridley Scott eligiese el Peplum para recuperar la confianza de Hollywood, el mismo género que firmaba el final de la era de oro de los estudios con la estupenda pero muy poco rentable "La caída del imperio romano" (Anthony Man, 1964) para dar paso a una generación de directores que anteponían sus inquietudes creativas frente a las necesidades de los estudios. "Gladiator" llegó en 2000 para sembrar un éxito arrollador de público y crítica que se tradujo en 48 premios y más de 110 nominaciones en las galas más importantes del planeta. Pero su éxito no acabó ahí, ya que superó rápidamente su naturaleza puramente cinematográfica para instalarse en la cultura pop, que adoptó con mucho júbilo muchas frases de la película para convertirlas en lemas y su banda sonora, que acabó convertida en himno y recurso habitual en la publicidad. Una película que estuvo cerca de ser dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Antonio Banderas cuya prepoducción y tormentoso rodaje son material de primera si Juan Tejero se pusiese manos a la obra con un cuarto volumen de su colección de volúmenes "Este rodaje es la guerra".
24 años después, Ridley Scott nos presenta su secuela, que respeta con fervor religioso la estructura de su antecesora evitando arriesgar y apostando por seguir dando a la plebe lo que quiere: sangre, arena y conspiraciones políticas. Porque si bien resulta sorprendente que Hollywood haya tardado tanto tiempo en meter mano a uno de los grandes títulos del cine de nuestro siglo, no lo es tanto que se haya desterrado del proyecto cualquier solución o giro novedoso, condenando a la película a ser un producto sin personalidad que se limita a reproducir una a una las claves del éxito de su hermana mayor.
Pero hasta aquí lo malo, porque "Gladiator 2", aun siendo víctima de la falta de arrojo que define al cine comercial de nuestros días, sí termina siendo un largometraje tremendamente disfrutable. Porque Scott juega en casa y juega cómodo. Su pericia técnica se despliega en un filme con una potencia visual indiscutible que no se alarga pese a sus 148 minutos y que vuelve a combinar con equilibrio la violencia de la arena romana con las intrigas de palacio. Y de fondo, Roma en todo su esplendor. Complicado encontrar la película poco entretenida. Con esta segunda parte, el director de "Alien" o "Blade Runner" puede revelarse como el único director en activo que acumula tantas secuelas dignas de algunas de sus obras más reconocidas,
Otro de sus aciertos reside en un reparto seleccionado con mucha inteligencia, en el que sobresalen (más por su presencia que por su trabajo) Paul Mescal y Pedro Pascal, imanes para el público más joven. Junto a ellos, y robando cada plano, un Denzel Washington muy disfrutón y una Connie Nielsen que vuelve a dar vida a Lucilla con la misión de protagonizar algunos de los momentos más emocionantes de la cinta, en conexión directa con la alargada sombra de Máximo Décimo Meridio. Y en este punto, "Gladiator 2" brilla con intensidad especial sobre el resto de blockbusters actuales, porque si el fan service era inevitable, Scott se las apaña para que integrarlo con mucha naturalidad, ganándose al público, y por tanto, su libertad.