M. Rafael Sánchez

La mirada escrita

M. Rafael Sánchez


Negar el pan y la sal

23/06/2024

Esta expresión es de origen romano, pues entre ellos había una costumbre, cual era la de ofrecer hospitalidad a quien visitaba su casa. Y lo hacían con un ritual que para ellos era sagrado: ofrecer al visitante un trozo de pan y un pellizco de sal. Y la mayor muestra de desprecio al visitante era negarle el pan y la sal. La política española se ha convertido en un negar mutuo de ese pan y esa sal. Y esto ocurre en los ámbitos estatal, autonómico y local.
Lo más socorrido es repartir equidistantemente responsabilidades, pero para refutar esta afirmación no hay más que mirar años atrás y recordar los orígenes de la deriva frentista que nos atenaza actualmente. Los primeros años de democracia fueron un intento de construir un régimen en el que cupieran todos, tanto las fuerzas políticas que habían sufrido cuarenta años de persecución y exilio, como los herederos del franquismo. Un tiempo de entente cordial sacudido por un terrorismo cruel y alguna amenaza golpista. Después de unas primeras gobernanzas socialistas en relativa calma, y tras el cambio de liderazgo en el partido conservador, éste empezó una táctica de acoso y derribo, estrategia que ha tenido sus momentos álgidos siempre que ese partido ha perdido la gobernanza del país. 
Esta táctica de acoso y de negación del pan y de la sal se ha expandido como mancha de aceite a todas las administraciones y grupos políticos. Y lo estamos viendo también en nuestra ciudad. Más allá de los aciertos y de los errores que el actual equipo de gobierno pueda tener, hay por parte del principal partido de la oposición -que salvo en dos legislaturas siempre gobernó esta ciudad- un afán de torpedeo que es compartido, en diferente grado, por los otros grupos municipales. Y no debemos olvidar que desde el año 91 al 19 del siglo actual, ese partido conservador ha gobernado la ciudad ininterrumpidamente, siendo una escisión del mismo quien ahora asume la gobernanza.
Ligado a este aumento de la crispación, en paralelo ha crecido la idea de que los políticos actuales son peores que los del inicio de la transición. Considero que estamos ante otro error más. Como muestra, es de dudar que –poniendo ejemplos de un mismo partido- el señor González hubiera afrontado las crisis de la pandemia -y su repercusión económica-, Ucrania -y su derivada energética-, Cataluña, etc., con la misma intensidad que el actual señor Sánchez. Como tampoco creo que los ediles que en el pasado tuvo esta ciudad fueran mejores políticos y la gestionaran mejor, o que tuvieran más iniciativas. Y es que muchos de los problemas que la aquejan hoy día tienen su origen en una idea de ciudad que fueron incapaces de definir y construir aquellos ediles: declarar urbano un territorio para ciento treinta mil habitantes sin propiciar tejido económico o condiciones para que así ocurriera, apoyar una autopista en vez de autovía, destruir patrimonio urbano y natural, impulsar un feísmo urbano en las nuevas áreas, olvidar y abandonar el centro histórico, etc. Hacer política hoy día es más complicado que hace unos años, desde luego.
Una última consecuencia de esta negación del pan y la sal y de la crispación derivada es que se haya propiciado una exacerbación de las actitudes políticas en parte de la ciudadanía. Seguramente que los extremismos de derecha sean consecuencia, en gran parte, de esta política. Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe, dice el dicho popular. Y esto ha pasado al espectro conservador, que tanto ha ido a la fuente de la crispación, que él mismo se ha ido rompiendo en trozos cada vez más radicales y extremos. Quizá entendieron mal aquel pensamiento de Churchill que decía que "El éxito es la capacidad de ir de un fracaso a otro sin perder el entusiasmo."

Foto: Ana Jiménez (@ginger_ajm)