Lo visualizó el domingo en Valladolid Núñez Feijóo al augurar un nuevo mandato de Alfonso Fernández Mañueco como presidente de la Junta, pero la realidad es que Castilla y León lleva ya tiempo en periodo electoral y todas las piezas políticas se mueven ya pensando en los comicios. Hasta Tudanca argumenta en su defensa la falta de preparación de cualquier relevo ante unos comicios que cree inminentes.
En realidad, a Mañueco, un presidente con alma de secretario general, le hacen falta pocos recordatorios para tener ya al partido dispuesto en clave electoral. Hace meses que los/as sherpas enviados a Galicia, territorio en el que se quiere fijar el PP de Castilla y León, volvieron con una receta para el éxito: anticipación (los comicios y sus contingencias se han de preparar desde muchos meses antes) y trabajo en el territorio. Una fórmula de manual que están aplicando con dedicación, aliviados - por un lado – por haberse desprendido de las polémicas de Vox que les impedía poner el foco en la gestión y preocupados -por otro- porque la ineptitud y el tacticismo político en Valencia hayan dado alas a Vox, en forma de voto de cabreo. Los populares están tejiendo un relato que justifique ir a las urnas (en mayo, en octubre o, cosa poco probable, en invierno) en la imposibilidad de gobernar ante la coalición de intereses entre Vox y el PSOE. Hasta la oposición ha entrado al juego intentando romper – vía tramitación de los presupuestos- esta estrategia y disputando al Ejecutivo la iniciativa política de la que se apropió sin matices tras la salida de los Abascal de la Junta.
Sin ataduras institucionales, Vox trata de imponer un agresivo argumentario contrario a la inmigración, pese a ser una cuestión muy secundaria en la Comunidad. Saben que el discurso nacional influye de forma determinante en las decisiones de voto de Castilla y León y a ello -y a la papeleta cabreada- fían una estrategia que, aseguran, les está dando frutos por permitirles mantener un perfil propio que mientras gobernaban se diluyó. Confían tanto en la fuerza de sus planteamientos que no tienen claro ni su cabeza de cartel, que en principio saldrá del actual grupo parlamentario.
A estas horas, el candidato socialista tampoco está claro, aún con amenaza de guerra civil. El Congreso Federal ha dado pistas sobre la situación, pero no sobre el futuro: Tudanca –solo o en tándem con un candidato electoral– se cree con el respaldo de las bases y en Ferraz apuestan por el alcalde de Soria, Carlos Martínez, a quien vendieron lo que es una carrera de obstáculos como un paseo militar. Sea quien sea el vencedor, el problema del PSOE es que la política del Gobierno casa mal con las prioridades de Castilla y León y eso, al final, es un lastre que dificulta cualquier proyecto autónomo, precisamente, lo que no quiere perder Tudanca y lo que no soporta Sánchez.