Por si ustedes no lo saben
y si no se han enterado,
porque nada han dicho aún
ni las teles ni las radios,
un temporal peligroso,
enorme e inesperado,
entró por el noroeste
y en Galicia causó estragos.
Para unos, lluvia bendita,
pues llovió votos a cántaros;
para otros, una tormenta
con fuertes truenos y rayos,
y nieblas y malos vientos
y granizos y relámpagos.
Antes de la tal borrasca
que asomó por el Atlántico,
el sin par "hombre del tiempo",
el "cocinero" Tez Anos,
que por enésima vez
quiso dárselas de sabio,
junto con sus duchos pinches
había pronosticado
para los de las derechas
un sonoro descalabro.
Mas el pobre pitoniso
¡Ay, ni pie con bola ha dado!
Dijo que el barco de PEPE
sufriría un grave naufragio
y que llegaría a buen puerto,
el primerito, su barco…
—ese barco progresista
que está ya medio averiado—.
Al fin, el Diociocho-efe
los cielos han descargado:
a unos cogió con paraguas
y a otros, desparaguados,
buen chaparrón les cayó,
mientras tristes exclamaron:
—¡Ay, cómo chove en Galicia!
¡Ay, cuánto chove en Santiago!
A causa de tal tormenta,
don Pedro y sus aliados
recibieron buena chupa,
cogiéronse un buen catarro,
y estornudos estruendosos
desde la Moncloa sonaron…
Y se oyeron estornudos
hasta en el Mediterráneo,
aunque los "hombres del tiempo"
ya los habían avisado:
—Poneros el chubasqueiro,
que caerán truenos y rayos,
mientras que pa la derecha
habrá cielo despejado.
Los pobrecillos, incrédulos
y orgullosos, contestaron:
—Aunque mucho nos lloviera,
nosotros no nos mojamos,
porque somos progresistas
y, sin duda, los más majos.
Mas fue tanto el aguacero,
y el chaparrón llegó a tanto
que, aunque bien saben nadar,
por poco, casi se ahogaron.
Y todos, de abajo a arriba,
quedaron bien empapados
y dijeron, tragando agua,
ya medio desesperados:
—¡Cómo chove por Galicia!
¡Cuánto chove! ¡Qué carallo!
Antes teníamos catorce
paraguas para taparnos,
hoy, solo 9 paraguas
pa la lluvia hemos sacado…
¡Ay, qué tormenta más grande!
¡Ay, qué enorme batacazo!
Mientras, el otro partido
del señor Rueda, al contrario,
bien seco y con buena chupa
siguió rodando y rodando…
con la Rueda reforzada
que El Pepe continuó hinchando,
y don Fe y Jó, como un mulo,
siempre tirando del carro.
Pero la rueda San Chista
tuvo un enorme pinchazo
en su larga travesía
del "camino hacia Santiago",
a pesar de que don Pedro,
con fuerza seguía soplando…
Mientras soplaba y soplaba
con sus carrillos hinchados,
en su despacho de Génova
Fe y Jó quedose tan pancho:
—¡Ay qué bien roda mi Rueda,
cánto con ella avanzamos!
¡Outra mayoría soluta
al menos outros catro anos!
Ansí fue la gran tormenta
que asomó por el Atlántico.
Y ansí vos la cuento yo,
por si no estáis enterados.
Mas, con todo lo llovido,
Pedro no cogió catarro,
porque es listo y previsor
y está muy bien "vacunado"
ante tormentas, polémicas,
aguaceros y chubascos.
Y como saben galego
los lectores del DIARIO,
acabo: ¡Non creo nas meigas,
pero haylas! ¡Manda carallo!