Me ha picado una avispa por primera vez en mis cuarenta y pocos. Nunca. Nada. De lejos siempre. Eso sí, he visto a muchas personas pasarlo mal no, lo siguiente. Gente a su lado corriendo sin saber dónde ir. Gritando ¡Barro, barro! Miedos racionales porque son alérgicos y ojo si les pican. Miedos irracionales en prevención de lo que al final no ha sido para tanto. Estaba yo en la piscina (¡Sí, por fin!) en la mesa del bar, comiendo, charlando animosamente. Vamos, un día normal. Y una obrera estaba en mi bolsa de la comida medio aletargada. Segundo día de lo que se ha venido a llamar la primera ola de calor. Yo lo llamo julio. Y se lo dije a Julio. Quizá la pobre estaba medio ida por ese motivo, nunca las he visto tan atontadas a no ser que sea por mi insecticida que alcanza hasta tres metros. Tengo un cadáver de una especie invasora en la terraza, tengo que llamar a una grúa para que levante tal peso. Y que me da cosa. Yo estaba con mi brócoli, mi cerveza y mi charla cuando de repente un pinchazo en el cuello, plena yugular. Mi interlocutor aparta de mi cuello un insecto que viene a parar al otro lado, al hombro y la lanza con más ganas. Definitivamente, estaba ida. El socorrista estaba cerca y con total serenidad (alguno lo tildaría de pachorra) le cuento el asunto. Casi no se ve. Pero se ve. Eres alérgica, pregunta. Dios mío, espero que no. Aunque ya estaría mal. No, tarda un ratito. A ver cómo va evolucionando. Echa un ungüento y a esperar. Pequeño escozor. Pero ya. Podría hincharse, aparecer rojeces, quemazones intensos. Como buena hipocondríaca, busco posibles reacciones, causas y consecuencias. Sigo esperando.
Y así paso el verano. Despierto pronto. Aprovecho para leer. Y para recoger, a veces. Camino rápido. Hago la comida. Y al agua patos. Paz. Mucha. Leo. Pienso. Descanso. Hace un año era el lugar donde podía pasar la espera un poco mejor. Hace un año ya. Y aun sigo sin creerlo. El tiempo acabará diciéndome que sí, que lo conseguí.
Y en 10 días otra vez mi cumple.
Ahora en agosto te dejaré descansar de nuestros desayunos lunáticos quincenales. No me voy a ninguna parte. Pero por cambiar la rutina un poco. En septiembre volveremos a todo lo corriente. No sin período de adaptación. Saldré de la ciudad para irme a ver a la Pilarica. Lo eligió Pequete por ser la cuna del rap español. Y turismo de interior es lo que nos va en esta familia. Vamos a colgar un mapa de España en casa y sacar hilos rojos de cada sitio al que hemos ido con su correspondiente foto. Nuestro país es tan rico en todo que aunque saldremos aún nos quedan muchas cosas por ver.
Entre tanto, cine, biblioteca, patines, parque y piscina. Mucha piscina. Y alguna escapadita a ciudades limítrofes para ampliar la oferta cultural que aquí en verano parece decaer un poquito. No voy a hablar de las fiestas, ni de las casetas, ni de subidas de impuestos. Eso para otras columnas.
Disfruta del calor, que el invierno es muy largo.