José Alberto Novoa Nieto

Ágora

José Alberto Novoa Nieto


Retos de ayer y de hoy

08/09/2023

Hace 20 años, en 2003, sólo dos años después de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, algunos nos atrevimos a conmemorar el 11 de septiembre de otra manera: se cumplían 30 años del golpe de estado en Chile, por parte de Pinochet, contra el legítimo gobierno democrático de progreso de Salvador Allende.
En pleno contexto internacional del «nuevo orden», inaugurado por Estados Unidos con la guerra de Irak y previamente con la invasión de Afganistán, desde el Colectivo Abulense por la Paz se publicó un cuadernillo titulado «Chile en el Corazón», que recogió reflexiones, opiniones, poemas y artículos de diferentes personas de distintos ámbitos, a quienes nos unía la reivindicación de un mundo más justo y solidario, frente a la barbarie, y en memoria de lo que supuso, en su día, un gobierno progresista en Chile truncado por un golpe militar contra la democracia.
Aunque han pasado dos décadas, a veces uno tiene la sensación de que la realidad, las reivindicaciones y la necesidad de cambio, permanecen. El tiempo, en ocasiones, modifica los contextos, pero no necesariamente el trasfondo de lo que sucede. Rescato aquí el artículo con el que colaboré en aquella publicación de 2003. 
20 años después de aquel humilde homenaje a la democracia chilena y 50 años después de que el fascismo truncara las esperanzas de todo un país, dejo en manos de los lectores los análisis, las interpretaciones, las reflexiones y las opiniones que pueda sugerirles esta aportación respecto a lo que vivimos hoy. 
«El 11 de septiembre de 1973 las esperanzas de cientos de miles de chilenos fueron secuestradas a manos de traidores fascistas dispuestos a todo por someter la voluntad popular, dejando su habitual rastro de sangre y odio.
La utopía que atraviesa a la Historia de principio a fin, con el nacimiento del hombre nuevo, la construcción de un Mundo más justo y solidario en el que la pobreza y la miseria sean definitivamente eliminadas, y el proyecto de una sociedad en la que la riqueza estuviera repartida justamente, se vino abajo, una vez más, gracias a la fuerza y la sinrazón, de la mano poderosa del imperialismo, igualmente presente a lo largo de toda la Historia.
Los que nacimos aquel año, nada sabíamos del antes y el después de aquella fecha, nada de sueños frustrados y traiciones, nada de utopías y fascismos, de escritores, cantautores o políticos. Hemos crecido en Democracia, en libertad, disfrutando de derechos, de servicios públicos, con poder para elegir o ser elegidos…, desconociendo el trabajo, las lágrimas, las luchas, la sangre y las vidas que han costado. 
Hoy, 30 años después, conscientes de la realidad que nos ha tocado, sin vivir de espaldas al pasado y con la mirada puesta en el futuro, descubrimos que la vida nos sitúa ante los mismos retos de un inmediato pasado, porque la plenitud humana aún está por llegar como lo están la verdadera Libertad, la Justicia y la Paz.
En este punto del camino, en el que la voluntad del pueblo se anula por intereses económicos e inmobiliarios, el ataque preventivo es la norma impuesta en política internacional, los muertos son daños colaterales, los conflictos se olvidan o se cercan con muros de la vergüenza, los Derechos Humanos son papel mojado, y todo lo que se manifiesta contra el pensamiento único dominante es criminalizado; identificamos los nuevos rostros del fantasma del terror: las barras y las estrellas de hoy, son la esvástica de ayer.
En este Mundo globalizado del glamour, las estrellas televisivas y el fútbol, en el que las transacciones económicas y la información son instantánea; cientos de miles de personas mueren de hambre a diario, la precariedad laboral crea una generación de eventuales permanentes y la desesperación siembra de almas el Mediterráneo.
La realidad nos empuja a permanecer atentos, a no callar ante las injusticias, a seguir trabajando por la utopía. A pesar de que nos tachen de locos o trasnochados, no miramos al pasado con nostalgia y frustración. La lección de Chile es una derrota más en nuestra lucha permanente por un futuro nuevo. Podrán matar y encarcelar los cuerpos, nunca las mentes, jamás las ideas.
Este maltrecho comienzo de siglo tiene su esperanza en Porto Alegre, en Chiapas, en Brasil, en la resistencia globalizada, en las propuestas de los movimientos sociales. Hoy, igual que ayer, otro mundo es posible. Hoy, igual que ayer, la tarea será difícil, pero merecerá la pena intentarlo.»