Vivimos tiempos convulsos en los que la sobreactuación en la política ha pasado a la calle. Hacia dónde nos lleve el presente no puede ser muy halagüeño si la crispación, el odio, la mentira y tantas emociones destructoras y tantas actuaciones frentistas siguen siendo los factores clave que mueven a determinados políticos, redes sociales, medios de comunicación y extremistas de diversa índole.
Somos seres humanos ubicados en un espacio al que consideramos nuestro lugar en el mundo, parafraseando el título de aquella hermosa película de hace treinta años. Bien sea por lugar de nacimiento, bien lo sea por lugar de adopción, a ese lugar lo llamamos nación o patria, esa seña de identidad que nos marca con su lengua, cultura, territorio, gentes, etc. Y aquí tenemos que resolver la primera cuestión, la definición de patria o nación. Hay quienes creen que la patria son los símbolos que la identifican –bandera, himno, lengua– y una determinada visión histórica de la misma. Y hay quienes creen que la patria es algo más que esos símbolos y piensan que es un proyecto común donde la convivencia, el bienestar de las personas y unos deberes y derechos consensuados democráticamente son los que definen el alma de la patria o nación.
Indaguemos un poco más y definamos a la patria por los elementos que la conforman, cuales son el territorio, el patrimonio cultural, el modelo de gobierno, la historia o la lengua. Quizás buceando en algunos de estos aspectos es donde encontremos patriotas.
El territorio. Todos tenemos una idea de lo que es el territorio español, con sus costas, sus ríos, sus montañas, su fauna salvaje, sus bosques… Uno estuvo hace tiempo en la defensa de ese territorio en su parte abulense cuando, por ejemplo, querían hacer la autopista por un espacio de alto valor ecológico como es el Campo Azálvaro, o cuando quisieron encauzar el río Adaja a su paso por Ávila, o cuando querían llenar las sierras abulenses de aerogeneradores... Quizás haya quien piense que se defiende el territorio destruyéndolo, aprovechándose de él para su beneficio… ¿Es eso ser patriota?
El patrimonio cultural. Ese legado de nuestros antecesores, esa herencia formada por monumentos, construcciones singulares, sitios arqueológicos, folklore… Nuestra provincia ha sufrido a manos de muchos «patriotas» su destrucción: Fábrica de harinas, trazado medieval de las calles, arquitectura popular, yacimientos arqueológicos…
La lengua. Nuestra lengua es de una riqueza infinita. Pero por desgracia cada vez son más las personas que apenas usan unas pocas decenas de palabras para expresarse en sus ideas y emociones. Su deterioro va parejo al de ser bandeado por excitaciones cada vez más simples y altisonantes.
Ha resurgido una forma de nacionalismo español que recuerda demasiado al que se padeció durante la dictadura franquista. Un nacionalismo excluyente, agresivo, provocador. Que cree que cuanto mayor sea la bandera y mayor el grito, se es más patriota. La uniformidad como identidad, la exclusión como guía de actuación. Estos patriotas no se han destacado por defender el territorio como naturaleza, ni el patrimonio cultural. Y de la lengua… ¿qué decir de quienes sólo usan el rico idioma español para gritar proclamas repetitivas, insultar al oponente, mentir sistemáticamente?
El escritor y periodista David Jiménez hace unos meses escribía en The New York Times: «La explotación de los sentimientos nacionalistas es parte de la esencia de los populismos, que buscan la confrontación en la sociedad y propagan una visión simplista del patriotismo. Quienes discrepan de sus políticas son descritos como traidores y presentados como una amenaza a combatir. Y así, se ofrecen como salvapatrias, conscientes de que su discurso será mejor recibido cuanto peor se perciba el estado de las cosas.» Seré un ingenuo o un idealista, pero sigo creyendo que el auténtico patriota es el que ayuda a construir una nación y no a su deterioro mediante la confrontación.
Foto: Ana Jiménez (@Ginger_AJM)