Cuenta la leyenda griega que Europa era una princesa fenicia que paseaba por las playas de su país cuando Zeus, el todopoderoso dios que perseguía a diosas y humanas para conquistarlas y yacer con ellas, tomó forma de un toro blanco y manso. Europa se acercó confiada a él y, ante su aparente y falsa docilidad, montó sobre su lomo. El toro, con la princesa paralizada, se adentra en el mar y llega hasta Creta donde, recuperada la forma de dios, consuma su pasión por la princesa. En pensamiento actual a este rapto contrario a voluntad y a su consumación forzada lo llamaríamos la violación de Europa.
Con una clarividencia que se adelanta más de doscientos años a la fundación de la Unión Europea, Montesquieu definió a Europa como un Estado único compuesto por varias provincias. Este filósofo, tan amante de la paz de los pueblos, dejó escrito: "Si yo supiera algo que me fuese útil y que fuese perjudicial a mi familia, lo expulsaría de mi espíritu. Si yo supiese algo útil para mi familia y que no lo fuese para mi patria, intentaría olvidarlo. Si yo supiese algo útil para mi patria y que fuese perjudicial para Europa, o bien fuese útil para Europa y perjudicial para el género humano, lo consideraría como un crimen."
La Unión Europea es joven, pues fue fundada con el tratado de Maastricht en el año 93, pero para llegar a esta unión se fueron dando fases, la primera de ellas una década después del término de la Segunda Guerra Mundial. Una guerra que no hemos de olvidar fue provocada por los totalitarismos de los años treinta. Totalitarismos que ahora anhelan los herederos de aquellas ideologías y que son los más furibundos enemigos de esta unión, y a los que quizá Kant aplicara las palabras de su ensayo La paz perpetua: "Cuando vemos el apego que tienen los salvajes a su libertad sin ley, prefiriendo la continua lucha mejor que someterse a una fuerza legal constituida por ellos mismos, prefiriendo una libertad insensata a la libertad racional… consideramos su conducta como bárbara incultura, como un bestial embrutecimiento de la Humanidad."
Podríamos decir que desde el comienzo de los acuerdos europeos había un anhelo de que no hubiera más guerras que asolaran a nuestro continente. Nace pues la UE como un anhelo de paz, aunque sus primeros pactos fueran de índole económica, pero no olvidemos que la economía está detrás de los conflictos. Los actuales veintisiete países miembros son estados soberanos, pero ceden a una gobernanza supranacional aspectos económicos, de política exterior, cooperación judicial y policial, medioambientales… Esto ha llevado a que, por primera vez en su historia, el continente europeo haya tenido décadas de paz y cooperación como nunca antes en su historia.
Seguramente seamos muchos los que creamos que este modelo europeo ha de mejorar, pero también somos muy conscientes de la importancia de una Europa fuerte y unida y que, aunque no sea el mejor mundo posible, de los actuales mundos reales sobre nuestro planeta, seguro sea el mejor. Valores como la solidaridad, la libertad o la tolerancia aquí tienen su anclaje más firme. Actuaciones como los fondos europeos tras la crisis de la covid, las ayudas al campo o la protección del medio ambiente son identidad europea. Europa es madre de una conciencia universalista. Pero los discursos patrióticos, xenófobos o identitarios, son fáciles de lanzar y de llegar a las emociones más destructoras. Zeus, mediante su magia y la fuerza del trueno consiguió el cetro entre los dioses del Olimpo. No era el dios más listo pero sí el más salvaje, ese al que para llegar a ver cumplidos sus deseos todas las artimañas y engaños le valían.
Foto: Ana Jiménez (@ginger_ajm)